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Y FALSA DEVOCIÓN. vr entregadas á todos los placeres de los sentidos, vanamente ocupa- das en galas, en bailes, en juegos , en cortejos, en enamoramien- tos, quedaron convertidas, despues de la santa mision, en unas don- cellas honestas, humildes, modestas, retiradas, laboriosas , fre- cuentes en los santos Sacramentos , y asistentes á todos los ejer- cicios de piedad y religion, de que antes vivian tan distantes! En cuántas casas se hospedó el buen órden que antes se ignoraba! Oh Dios de bondad infinita! cuántos de estos escelentes ejemplares ve- mos en cada santa mision! Frecuenter vidimus de frigidis ad spiri- talem pervenire fervorem. Pero al mismo tiempo (oh verdad digna de llorarse con lágrimas de sangre!) los que halló la mision en el estado de la tibieza, en aquel estado triste, cuya descripcion os dí poco há , en aquel mismo estado se quedaron. Lastimosamente engañados con su aparente virtud, no viendo en sí mismos aque- llos desórdenes groseros que.se resisten naturalmente á una decen- te crianza, no hacen esfuerzo alguno por salir de su languidez, por adelantarse en el camino de Dios, dirijen todas las palabras del ministro de Jesucristo á otras personas, sin reservarse cosa alguna para sí, hacen al fin de la mision una confesion de ceremo- nia , porque asi los hacen lo demas , porque no lo. noten, no por= que crean tienen necesidad de ella; y despues de todo: se quedan envueltos en sus manos hábitos y con todos sus defectos en el alma: De tepidis autem omnino non vidimos. Ojalá, ojalá dice el Señor, fué- rais fervorosos ó fuérais frios; pero porque sois unos tibios, esto es, ni buenos ni malos, me provocais á náusea , me obligais á que os abandone, y me aparte para siempre de vosotros: Utinam frigidus esses, aut calidus ; sed. quia tepidus es, incipiam te evomere ex ore meo. Á quién, oh gran Dios, se dirijen unas palabras tan espanto sas? A tantos y tantas de mi auditorio, que como árboles infructuo- sos plantados en el jardin del cristianismo no llevan mas fruto que hojas, y se hallan á: punto de ser malditos del Señor: á tantos + tantas que , como las vírgenes nécias , no se previenen con tiempo del óleo santo de buenas obras, para cuando las llame el Señor, esponiéndose á quedar escluidas para siempre de su hienaventu- ranza: á tantos y tantas que, como el siervo perezoso, no trabajan en el cultivo de la viña de su alma , dejan pasar inútilmente el pre- cioso tiempo de la vida, y en el momento triste de la muerte ata- dos de piés y manos son arrojados por irrevocable sentencia en las tinieblas esteriores , como dice el Evangelio, Qué remedio , pues;
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