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A o cc 476 SOBRE LA VERDADERA altiveces de génio. deslices de la lengua , curiosidades impertinen- tes por saber las vidas y costumbres agenas, poca atencion á los divinos misterios, ninguna vigilancia contra los peligrós del mun- do, y ningun aprovechamiento con la frecuencia de los santos Sa- cramentos. Nada asusta á los tibios este tenor de vida; y como és una verdad de fé, que el que desprecia las cosas pequeñas , caerá en las grandes, ellos se miran cuando menos lo pensaban enredados en los lazos de Satanás, engañados con las máximas del mundo», arrastrados de los viciosos desarreglos de sus pasiones , y hechos objeto de la cólera del omnipotente Dios, que irritado contra su languidez , les amenaza vomilarlos para siempre de su boca : Uti- nam frigidus esses, aul calidus: sed quia tepidus es, incipiam te evo- mere ez ore meo. (1) Terrible y formidable verdad , altamente re- petida en varios pasajes de la Escritura y los Santos , que yo omi- to por no dilatarme ; ciñéndome á deciros solamente unas palabras de San Buenaventura , que merecen toda vuestra atencion : Fre- quenter vidimus de frigidis ad spiritalem pervenire fervorem ; de te- pidis vero omnino non vidimus. (2) Acontece muchas veces, decia el santo, que los pecadores mas frios en el amor de Dios, se con- vierten y llegan á un fervor maravilloso; pero hasta ahóra yo no he visto conversion verdadera de una alma tibia :Omnino nos vi- dimus. Oh! qué verdad, amados mios, tan frecuentemente esperimen” tada por nosotros en las santas misiones! Cuántos deshonestos, co- nociendo al repetido golpe de la divina palabra su estado infeli- císimo, han llorado amargamente sús pecados, han mortificado sus carnes con ásperas penitencias; y despues de haber hecho una confesion general con abundancia de lágrimas , han entablado una vida irreprensible enmedio del mundo; ó abandonando el: mundo, se han retirado á los monasterios, para acabar su vida entre los provechosos rigores de la vida religiosa! Cuántos robadores de la hacienda agena han restituido los bienes mal habidos, y justamen- te atemorizados de la gravedad y malicia de su pecado, han pro- curado con sus bienes propios socorrer largamente las necesidades de sus prójimos! Cuántos jóvenes, que en algun dia fueron el es- cándalo del pueblo, se trocaron , por la poderosa gracia de Dios, en unos modelos de cristiandad y de edificacion! Cuántas doncellas, 1) «Apocal. B. Joan. c. ML, y, 16, (2) S. Bonavent. ”

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