BCCSAL000549-A-09000000000000

462 SOBRE EL GENIO. vuestra atencion, pu?s ahora es el asunto mas interesante, y os toca personalmente. a Nada hay mas importante para el arreglo de nuestras costum- bres y la conducta de nuestra vida, que estudiar atentamente el génio de cada uno: sin este conocimiento, cómo podremos repri- mirle, combatirle y santificarle? Sinembargo, llega nuestra des- gracia á tal estremo, que todo lo conocenios ó pretendemos cono- cer, menos á nosotros mismos. Acontece no pocas veces quejarse los domésticos, retirarse los amigos , desazonarse los parientes por la inmoderacion de nuestro génio; y cuando todos están cansados de conocernos, solo nosotros nos ignoramos: qué mas diremos? Nos- otros mismos nos alabamos de que al primer negocio que tratamos con nuestro prójimo, á las dos ó tres veces que le hablamos, ya penetramos Su génio, ya comprendemos su carácter: y estando siempre con nosotros mismos todavía despues de muchos años no nos conocemos : Allende tibi ipsi: in examen te ipsum advoca, quis pst sis, tamqua ipsius naturam |fac ut noveris. (4) Atiende á tí mismo; te diré con San Basilio, examinate á tí mismo, trabaja por conocer quien eres, y cuál tu maturaleza. No se necesita para esto cursar las universidades, viajar por los reinos, y en- tregarse á un estudio dilatadisimo é inmenso. Un poco de aten- cion, un poco de reflexion sobre los movimientos de nuestro cora- zon, sobre nuestros deseos y afecciones, sobre nuestros pensa- mientos, palabras y obras, nos haria conocer infaliblemente nues- tro génio, que es ordinariamente, como decia San Agustin, el principio y el orígen de todos nuestros pecados: Quidquid est pec- calorum in dictis, infactis, in cogitationibus, ex illa mala indole oritur. (2) Ab, Dios mio, cuántos movimientos é impresiones que falsa- menta atribuimos á la virtud y á la gracia, conoceriamos entonces ser efectos maturales de muestro génio! /Vescitis cujus spirilus es- tis.:(3) No sabeis el espíritu que os mueve y hace obrar, decia Je- sucristo á sus discípulos; y yo puedo decir á muchos de vosotros: pensaís que las ternuras que sentis, que las lágrimas que derramais al ver, por ejemplo, el descendimiento, al oir la pasion, ó al es- eúthar alguna desgracia, son efectos de una verdadera devoción? (1) $. Basil. Magn. homil. 5. (2) 5. Agust. tract. 5, de verb. Apostol. (3) 8 Lue. e: IX, v. 55.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz