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e O 456 SOBRE EL GENTO. nosotros, y con un mismo rasgo de pincel pinta como virtudes los vicios de nuestro génio y como vicios las virtudes del génio de los demas. Hijos de los hombres , diré con el Profeta, sed mas equita- tivos en vuestros juicios: Recta judicate, filii hominum. (1) La malignidad aumenta los engaños de la pasion, y nos preci- pitamos con ella á desmentir las virtudes mas brillantes de nues- tros prójimos , haciéndolas hijas del génio y del natural. Desengá- ñase una señora de las vanidades del mundo: cánsase de vivi" sujeta á sus etiquetas y tiranas leyes: y por un espiritu de pruden cia y de religion, se desprende insensiblemente de las visitas, lag amistades, los bailes , los teatros y las galas, y en suma , de todos aquellos tratos que no la son absolutamente indispensables á su es- tado, y empieza á gobernar su casa como una buena madre de fa- milias ; esta santa resolucion es mirada por los mundanos como un efecto de su avaricia, que por no gastar se retira; ó como una de. terminacion de su soberbia , que siente la hagan sombra otras se- horas en las concurrencias; y no por un movimiento de la razon, la piedad y la religion. Hijos de los hombres, repetiré con el Pro- feta, sed mas equitativos en vuestros juicios: Recta judicate, flú hominum. Conoce un jugador sus desórdenes, siente los perjuicios que ha ocasionado á su familia con sus juegos; y abandonando es- tas casas de perdicion llora sus estravíos, empieza á frecuentar los Sacramentos, y á llenar exactamente las obligaciones de su estado y de su empleo. Luego levantan la voz los maldicientes para ase- gurar que es una melancolía, una veleidad , un efecto de su génio triste y melancólico; y no una sábia determinacion de consagrar en el retiro de su casa el resto de sus dias para asegurar su salva- cion, que tan arriesgada llevaba entre los desórdenes que con tan- ta frecuencia se esperimentan en los juegos. Hijos de los hombres, juzgad con mas equidad del génio de vuestros prójimos: Recta ju- dicate, filii hominum. A la pasion de la malignidad añade nuevos realces el interés, para que nos perdamos mas rematadamente en el falso juicio que formamos del génio de nuestros prójimos. Porque efectivamente, para justificar nuestras delicadezas, nuestros resentimientos y mur- muraciones, qué hacemos? Yo lo diré: quejarnos ágriamente , y exajerar hasta lo sumo los desarreglos de nuestros prójimos. Deci- mos que su vivacidad es disolucion, su alegría libertinaje] su tran- (4) Psalm. LVH, v. 2.

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