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ES SOBRE LA ETERMEAD. 425 tidumbre moriremos, si Dios no nos revela su adorable voluntad. Pero aun cuando ahora supiéramos que amamos á Dios con todas las veras de nuestro corazon: que nos ha perdonado todos nues- tros pecados: que nos hallamos en su gracia, y somos herederos de su gloria: quién nos asegurará una eternidad feliz ? quién nos dará certidumbre de la perseverancia? Salomon , Judas, Saúl y tantos otros, oh cuántos años anduvieron por las sendas de la jus- _tificacion, agradables objetos á la divina Majestad ! Perola falta de la perseverancia en el bien hasta la muerte , los hizo indignos de la eterna vida: Qui se existimat stare videat ne cadat, (1) dice el Señor: el que está en pié por la gracia, ande con cuidado para no caer en la culpa. En medio de tantos enemigós de nuestra alma, acometi- dos de las tentaciones del demonio, seducidos con los encantos del mundo, aflijidos con los combates de las pasiones , rodeados de los peligros en el mar y en la tierra, en la abundancia y en la pe- nuria, en la salud y en la enfermedad, en la ciencia y en la igno- rancia , solos y acompañados, coa unas pasiones rebeldes, con unos apelitos pujantes, con una infinidad de malos ejemplos... ay! quién será tan temerario que se atreva á asegurar su perseveran= cia en el bien? Vosotros mismos sois testigos de esta verdad. Cuántas veces, á pesar de las mas firmes resoluciones , de los pró- pósitos mas sinceros, habeis esperimentado vuestra grande fragi- lidad? Ha sido otra cosa vuestra vida que un tejido perpétuo de resoluciones y caidas, de propósitos y faltas? Y si en una de ellas os llama Dios á juicio, cuál sera vuestro destino por toda la eter- nidad? Despues que caigais en ella, podreis enmedaros? podreis aplazar á Dios? podreis salvaros ? Oh qué horror! Nada de esto se puede , porque la eternidad es irreparable, y esta es entre todas sus cualidades la mas terrible. IL. Todos los santos que reinan con Cristo en el cielo (temblad pecadores) tres momentos antes de su muerte pudieron faltar en su perseverancia, pudieron delinquir y ofender á Dios, y asaltán- doles la muerte en aquel desgraciado momento , ser envueltos en los braseros eternos entre las abominables víctimas del furor divi- no. Todos los condenados del infierno, (temblad justos) tres ins- tantes antes de acabar la vida pudieron haber llorado su pecado, pudieron haber pedido á Dios misericordia , haberla conseguido, y ser colocados en la gloria eterna: por breves que querais supo (4) Epist. J, Paul. ad Cor.c X, v. 12
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