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ed DE LA PENITENCIA: 413 criminal indolencia con sus hijos , de un abandono perpétuo en el cumplimiento de su empleo: ese hombre que malgastaba la dote de su mujer, el patrimonio de sus hijos, y los bienes de,sus acreedores en el juego, en la embriaguez, en la gula y enla lascivia? Pues ya mudado por la gracia de Jesucristo, es ua buen padre para con Dios, un buen vasallo para con su rey, un buen marido para con su mujer, un buen padre para con sus hijos, y un buen ciudadano para con su pueblo. Amados de mi alma, qué os detiene? Dios es el mismo ahora que en toda la eternidad: su divina gracia tiene hoy el mismo poder, la misma fuerza y eficacia que en todos los si- glos; por qué pues vosotros no hareis lo que tantos otros han hecho? Por qué no os convertireis á Dios, como la Magdalena y tantas otras que en nuestros dias la han imitado é imitan? Venid, peca- dores, venid, que Dios á todos llama, como llamó á la Magdalena. Convertios á mí, dice este amable dueño de nuestras almas, que soy vuestro Criador, que os saqué de la nada al sér que ahora teneis, pudiendo haberos dejado, como á innumerables, que aun no han recibido la vida: Corvertimini ad me. Convertios á mí, que soy vuestro Redentor, que dí por vosotros la vida en una cruz en- tre los mas atroces tormentos: Convertimini ad me. Convertios á mí, que soy vuestro buen Pastor, que me fatigo en busca de vues- tras almas, que se precipitan, como ovejas descarriadas, por los derrumbaderos de los vicios, y quiero ponerlas sobre mis hombros para conducirlas al redil de mi gracia, y pasarlas despues á los amenos pastos de mi gloria: Convertimini ad me. Convertios á mí, que soy vuestro padre, vuestro esposo, vuestro hermano , vuestro amigo, vuestro maestro y vuestro único y sumo bien: convertios á mí, como la Magdalena, con un exámen de vuestras culpas el mas exacto, con un dolor de vuestros pecados el mas vivo, con una confesion la mas entera, con un propósito el mas firme , y con una satisfaccion la mas completa: convertios á mí, con una total mu- danza de vuestra vida, y me convertiré á vosotros con una miseri- cordia infinita, con una bondad suma, con una clemencia sin me- dida: Convertimini ad me , el convertar ad vos. Quién , Dios mio, habrá en mi auditorio que no ablande la du- reza de su corazon á la suave fuerza de vuestras voces? Quién no mudará de vida al escuchar la dulzura de vuestras palabras? Quién no pondrá los gritos en el cielo á la eficacia de vuestros auxilios, al poder de vuestra gracia y al convite de vuestra misericordia? Rindase ya, Dios mio, la obstinacion de mi rebelde espíritu, y todo

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