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DE LA PENITENC!A. 411 la gracia de Jesucristo? Veríamos aquel corazon, antes tibio, frio, helado por las culpas ya ardiendo, como dice San Gregorio, en vivas llamas de amor: Que prius peccando frigida remanseral, post- modum amando fortiter ardebat. (1) Veriamos un corazon, antes amante de las galas y los adornos mas supérfluos y exorbitantes, y ya desnudo de todos ellos, y contento con un vestido pobre, mo- desto, humilde y penitente” veríamos un corazon engañado antes con las lisonjeras adulaciones de los amantes de su belleza, y ya retirado, apartado de los peligros, y únicamente enamorado de la hermosura de su Dios. Veríamos un corazon , antes todo ocupado en regalar su torpe carne con todos los deleites de los sentidos , y ya felizmente entregado á los provechosos rigores de la penitencia, Veríamos antes un corazon lleno de vicios, esclavo de Satanás, y enemigo de su Dios, y ahora divisariamos un corazon que practica las virtudes con la mayor heroicidad, que sujeta sus pasiones con el mayor valor, que busca y sigue á su Dios intrépidamente en to> dos los instantes de su vida. Veríamos, finalmente, un: corazon, que rindiendo los últimos alientos á los suaves y fuertes impulsos del amor divino, entrega su espíritu tranquilamente en los brazos de su Dios, y es colocado por toda la eternidad en una gloria incom- prensible. Oh poder admirable de la gracia de Jesucristo | Dicho» sos frutos de la conversion de la Magdalena á Dios! Efectos pre= ciosos de la conversion de Dios á la Magdalena! Comvertimini.ad me , el convertar ad vos. Pecadores, amados pecadores de mi alma: á la vista de un mo- delo tan ilustre de penitencia, cuáles son vuestros pensamientos? A la presencia de un ejemplar tan admirable de la divina mise- ricordia, cuáles son vuestras determinaciones? Es todavía para vosotros mas apreciable el pecado que la gracia, la muerte que Ja vida, la tierra que el cielo, la esclavitud del demonio que la liber- tad , de los hijos de Dios? Estimareis en mas vivir abrumados con la pesada carga de vuestras culpas, espuestos á una mala muerte, á un juicio sin misericordia, á un infierno eterno, que caminar li- jeros hácia el cielo por los medios fáciles de una confesion bien he- cha, de una vida morigerada, de unas costumbres cristianas? Ah! Vosotros pobrecillos ignorais que las lágrimas de los pecadores ar- repentidos a los piés de Jesucristo . les son mas dulces que las di- versiones mas apetecibles del mundo. (1) $. Gregor. homil. 25, in Evangel.
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