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LE LA PENITENCIA. 401 res: he huido la compañía de las personas virtuosas: mis amista- des han sido con jóvenes sin conciencia ni religion: he malgastado los años de mi mas florida edad; y ahora me veo hecha la abomi- nacion de los ángeles , el horror de los santos , la risa de los de- monios y el aborrecimiento de Dios. Este provechoso pensamiento la llenaba de aquella verguenza santa, de aquella saludable confu- sion, que es, dice un Santo Padre, la primera voz de la penitencia y ved aqui lo que falta á la mayor parte de los pecadores. Ellos no saben lo que es avergonzarse como conviene , dice el profeta Je- remías: Erubescere nescierunt. (4) Viven sumergidos en los mas horrendos crímenes, hierven en su corazon los mas abominables pecados, claman en su conciencia las culpas mas vergunzosas; pero como no entran á examinar su interior, como no escuchan á su conciencia, pasan la vida sin miedo de la eternidad que les aguar- da, sin susto de la muerte que vá á acometerles, sin espanto del terrible juicio de Dios en que van á entrar, hasta que, cumplién- dose el número de sus dias, descienden repentinamente hasta el infierno: Erubescere nescierunt. Pecadores, pecadores, presentaos al tribunal de vuestra conciencia como la Magdalena con su exá- men exacto, para que podais despues presentaros como ella en el tribunal del Salvador con un dolor el mas vivo. Efectivamente , amados mios , aunque sumamente avergonzada de sus delitos, no desesperó de conseguir el perdon de todos ellos. Las reprensiones contínuas de su corazon, los frecuentes remordi- mientos de su conciencia, eran otras tantas voces que poderosa— mente la llamaban á los piés de Jesucristo. Infeliz de mí, decia la Magdalena , qué grande ha sido mi ceguedad ! Toda mi vida ha sido un tejido de maldades, y hasta ahora no las he conocido debida- mente. Quién me ha abierto los ojos ? Quién me ha separado de las espesas nieblas que me rodeaban? Quién ha de ser sino aquel ama. ble Jesus que dá vista á los ciegos, aquel Pastor caritativo que anda buscando las ovejas descarriadas de Israel? Yo le he visto, le he escuchado , y me ha robado toda el alma. Qué palabras tan dulces y afectuosas ! qué presencia-tan amable ! qué bondad! qué misericordia! Ah! Preciso es que su paciencia sea infinita , pues no la ha superado mi obstinación. El me ha mirado, me ha hablado al corazon, me llama con cariño, me.preyiene con su misericordia: yo no quiero mas resistirme á su bondad. Vamos inmediatamente (1) Jerem. e. VI, v 45.
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