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400 SOBRE EL MODE: O men exacto: despues á los piés de Jesucristo con un dolor el mas vivo; y por último , en la presencia de los hombres con una confe- sion entera. No es esta, á la verdad , la historia de Magdalena pe- nitente? Oidme con atencion. El primer lugar en que ella se reconoce culpada, es, segun San Agustin, el de su mismo corazon; es el de su propia concien— cia: Ascendit tribunal mentis sur. (4) Allí, desde el momento que conoció á Jesucristo, vió una infinidad de maldades que antes no veia. Vió un corazon perdido por el amor de las criaturas, una me- moria alimentada de impuras ¡imaginaciones, un espíritu enemigo de todas las reflexiones sérias y provechosas, una carne regalada con todas las delicias de la vida; y lo peor de todo , una indulgen- te seguridad entre estas funestas disposiciones: vió un corazon enamorado del mundo; entregado á sus placeres, sectario de sus leyes, sus costumbres y sus modas, y enemigo de toda mortifica- cion: vió una conciencia sin arreglo, sin ejercicios de piedad , sin obras de misericordia, sin atencion á sí misma , sin caridad con el prójimo, sin servicio del Señor: vio que habia abusado de los do- nes de la naturaleza, y que tenia perdidos los bienes de la gracia: que su hermosura se habia convertido en ruina de sus prójimos, sus palabras en adulacion , su compañía en contagio: vió que su fé estaba muerta, su esperanza habia degenerado en presuncion, y toda su religion era aparente: vió que su misma conciencia la re- prendia sus desórdenes y sus escesos, que no habia amado sino lo que la dañaba, ni babia buscado sino lo que la perdia: que los malos ejemplos la habian arrastrado , las ocasiones precipitado, y divulgado sus escándalos en toda la ciudad: Mulier que erat in ci- vitate peccatriz. Ella, en fin, vió en su corazon el número, las es- pecies, las circunstancias de sus pecados: tantos malos pensamien- tos, tantos deseos impuros, tantas miradas libres, tantas palabras indecentes, tantas modas escandalosas , tantas amistades con hom- bres corrompidos, tanto olvido de su alma y tanto menosprecio de Dios. Mulier que erat in civitate peccatriz. Oh Dios de mi corazon , con qué ojos tan compasivos miraríais á la Magdalena llena de tan saludable confusion por los provechosos remordimientos de su conciencia ! Con cuánto agrado la escucha- rlais reprenderse á sí misma y esclamar: hay de mí, yo he perd:- do el pudor, que ha sido siempre el mas bello adorno de las muje- (1) $. Augustinus.

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