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208 SUBRE EL MODELO vimiento de mi lengua: sean los suspiros de mi corazon las espre- siones mas elocuentes de mis lábios; y mi alma toda penetrada de contricion por mis pecados y crímenes, toda llena de devocion á esta incomparable Santa y toda inundada de amor á vuestra bon- dad infinita, llame, ruegue, convide á los pecadores, para que se conviertan a Vos por la penitencia, con la segura esperanza de que Vos, Dios mio, os convertireis á ellos por la misericordia. Venid, pues, pecadores, á aprender de la Magdalena á llorar vuestros pe cados, y hacer frutos dignos de penitencia por ellos: venid pecado- res, y entendereis cuán infinita es la misericordia de Dios con los pecadores arrepentidos. como la Magdalena. Dadme, Dios mio, vuestra gracia, por la intercesion de vuestra purísima Madre, para que yo demuestre estas verdades. PRIMERA PARTE. Nada estraño seria que , habiendo yo de hablar en este sermon de las lágrimas de la Magdalena penitente, diese primero alguna idea de su persona y ocupaciones en el estado de pecador. Cierta- mente, no solo no pareceria estraño, sino que le faltaria al discurso una parte muy notable, sí yo no os dijese que era tenida Magda- lena en su juventud por una de las mayores hermosuras de su tiem- po, dando nuevo lustre á su belleza la bizarría y elegancia con que se adornaba. Su entendimiento era vivo, claro y brillante: su gé- nio alegre, festivo y despejado: su aire naturalmente desembara- zado y garboso. No se dejaba ver en público sin un ostentoso apa- rato de galas y joyas que deslumbraban á cuantos la veian. Nin- guna dama hizo jamás tanto ruido en el mundo con sus desórdenes, y ninguna acaso ocasionó tantos daños á las almas. En fin, no seria estraño deciros con San Agustin, que Magdalena era una dama muy famosa , pero de muy mala fama : Vidistis in civitale mulierem famosam, mala utique fama. ( 4) Pero aunque no fuera estraño del asunto, ni ageno de la verdad hablaros de esta suerte, parece justo respetar el silencio del Evangelio , que no dice mas que una sola palabra de sus desórdenes y mala vida. Contentémonos, pues, con saber que Magdalena fué una grande pecadora, antes de ser una (1) S. August. hom. 28.

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