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ñ 312 S BRE LA SOLEDAD dre, conserva hoy dia, dice San Bernardo, (1) las señales de sus lágrimas: Ejus lacryme apparere dicuntur in monumento, in- dicative doloris intima. Oh aflijidisima Señora, estoy firmemente persuadido que asi como esta fué vuestra última soledad quedando sin el cuerpo y sin el alma de vuestro amado, asi tambien fué esta la mayor pena que traspasó vuestro purísimo corazon! Ay de mí! Que sola la memo- ría de la soledad en que quedais, me llena el espiritu de funestas imágenes, y deja caer sobre mi corazon una oscurísima noche! Qué hacias, Señora: en qué os ocupabais, oh dulcisima Madre nuestra, cuando volviendo á vuestra casa os vísteis sola en ella? Oh carísimos oyentes, qué pensamiento tan natural, pero qué melancólico, qué doloroso, qué triste! Aquí, diria la Virgen, aqui está el aposento en que mi unigénito Hijo oraba á su Eterno Padre. Aquí pedia por la conversion de los pecadores y la santificación de los justos. Aquí derramaba amorosas lágrimas por la redencion dej mundo todo. Aquí meditaba aquella grande obra que despues ha- bia de consumar en el Calvario. Aquí se fraguó la destruccion de la ciega gentilidad, la dispersion de la ingrata Sinagoga , y el es- tablecimiento de la suave y santa ley de gracia. Aquí dispuso el terror del infierno , la muerte del pecado, el triunfo de la muerte, la abertura de las puertas del cielo, el remedio de los hombres, la alegría de los ángeles , y la mayor gloria de Dios. Aquí se es- tablecieron y ordenaron en la divina mente de mi Hijo tan magní- ficos sacramentos. Aquí mismo, este propio sitio está bañado con las lágrimas de aquellos amables ojos. Pero ay ! ellos no existen sobre la tierra. Veo aquí sus lágrimas, mas no los ojos que las llo- raron con una caridad infinita. Este otro aposento, continuaria lamentándose la Virgen, es donde trabajaba mi Hijo con mi santo y casto esposo José, para dar ejemplo á los hombres de toda virtud. Aqui trabajaban aque- llas manos que criaron los cielos y la tierra. Pero ay de mí! Ya se me ausentó aquel dulce objeto de mi amor; y el taller es para mi un recuerdo triste de mi amarga soledad. Esta es la tarima en que como hombre verdadero descansaba : esta la mesa en que se ali- mentaba con las viandas que esta su aflijida Madre le servia : estos los muebles de que usaba cuando vivia entre los hombres; pero ahora... ahora ya mis ojos no le descubren; y mirando religiosa- (1) Div. Bernard. de Lament. Virgin.

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