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366 SOBRE LA SOLEDAD sordos y vida á vuestros muertos, imprimiendo en todas partes adorables señales de su beneficencia y bondad? Y esta es la retri- bucion que le dais por tantos beneficios? Asi pagais tantos favores? Tal es la recompensa á vuestro Padre amorosísimo , y á vuestro magnífico bienhechor ? Si hubiera sido un perseguidor cruel de vuestros intereses, un discolo enemigo de vuestra paz , un defrau- dador de vuestros derechos y libertades, un asesino de vuestras vidas, podria pretender vuestro resentimiento mayor castigo por sus delitos que el que le habeis dado por sus virtudes? Oh Padre Eterno, mirad á la que por vuestra dignacion llamais amada Hija, miradla en el estremo de la mayor afliccion á que puede reducirse una criatura. Yo no tengo ya espíritu ni corazon para mirar en mis brazos los sangrientos despojos que ha dejado en ellos la crueldad de losjudios. Mirad al Hijo que os pertenece por derecho de eterna generacion, y ved si le conoceis por el vestido : Vide ulrum tunica filii tui sit, an-non. (4) Mirad si tantas llagas y sangre como se ven en esfe sacrosanto cuerpo son idénticas señales de la túnica hermosa de la humanidad de que yo le vestí en mi seno virginal por vuestra soberana dignacion. Vos , Señor, no podreis dejar de conocerle por vuestra sabiduría infinita; pero á mí las señas me le hacen desconocer, aunque el corazon me lo asegura. Desnudo mi Hijo amado que viste al cielo de estrellas, á la tierra de flores y frutos , á las aves de plumas, á los animales de pieles, y á los peces de escamas? Vos, Hijo mio, erais antes todo hermo- so y todo deseable , y ahora vestido de afrentas, cubierto de opro- bios , y hecho una llaga desde los piés á la cabeza? Oh Hijo mio! y que de otra manera te he visto en mis brazos! diria la Virgen, dejando caer dos rios de lágrimas de sus ojos , é imprimiendo mil ósculos afectuosos en el rostro y cabeza ensangrentados del Salva- dor. Allá en Belen te miraba reciennacido de mis entrañas mas hermoso que los cielos, y ahora te miro todo oscurecido y afeado. Entonces eran tus dos ojos fuentes de luz, ahora los veo fuentes de sangre. Esta frente clara y serena donde tenia su asiento la majestad , se halla atravesada de penetrantes espinas. Este rostro lleno de gracia , en que reverberaba la divinidad , en que se mira- ban como en un purísimo espejo los ángeles, y en que contempla- ban abrasados de amor los serafines , es ahora como un sol eclip- sadoy oscurecido entre las negras sombras de la muerte. Es posi- (1) Gen. e. XXXVII, v. 32.
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