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362 SOBRE LA SOLEDAD rebatando llena de saña al hermoso jóven, le arrastra , le maltrata y al fin le dá cruelísima muerte entre sus garras. Qué os parece, cristianos ? Habria corazon en la madre para ver morir á su hijo, y quedar ella con vida? Podria sin morir presenciar una desgracia tan sensible? Quién hallaria términos, quién encontraria espre- siones para darla algun alivio en la soledad en que la dejaba la des” graciada muerte de su hijo? Cui exeguabo te, et consolabor te, .vir- go filia Sion? (4) Quis medebitur tui? Volved, pues , amados mios , la vista á aquellos santos altares, y vereis el original de cuanto acabo de insinuaros : mirad la mejor Madre, atended el mejor Hijo , considerad la fiera Sinagoga como le prende, como le maltrata , como le azota, como le corona de espinas, como le burla, escarnece y blasfema, y «como al fin le erucilica, Oh gran Dios, y qué tormento tan terrible ! Sin embargo, la fé nos enseña que estaba la gran Reina firme, constante y en pié cerca de la cruz en que aun vivia su corazon, porque aun vivia Jesus, y no habia llegado su Madre á lo sumo de la pena en su primera soledad. Es cierto que verle sediento y precisado junta- mente á morir de sed, ó refrigerar sus abrasados lábios con hiel y vinagre, no dejaba de abrirla en el espíritu una llaga muy profun- da. Oirle como se queja á su Eterno Padre por su desamparo miste- rioso , era una herida, que sin sacar sangre, la traspasaba el cora- 200 : mirarle por tres horas puesto en una penosísima. agonía , era probar su Virgen Madre todos los rigores de la muerte: observar atentamente como se iban ennegreciendo las carnes, como se reli- raban los ojos hácia el cerebro, como se le levantaba el pecho, como se iba inclinando su cabeza , como todo el cuerpo sostenido de los agudos clavos se iba descoyuntando con su natural peso, como por momentos iba apretando sus cordeles el dolor cruel, acercándole con pasos lentos y por lo mismo mas penosos, á la muerte; todo esto, es verdad, hacia una carniceria lastimosa en el afijido corazon de la dulce Madre; pero aun vivia su Hijo: Sufficit mila, si adhuc filvus meus vivit, podia decir mejor que Jacob de su amado hijo José : (2) me basta para tener algun consuelo el que mi hijo viva. Le vea padecer, es verdad: siento sus penas, es así: me traspasan el corazon sus dolores, no hay duda; pero aun puedo sufrir las penas , los dolores y las angustias, porque aquella (1) De Lamentat. Jerem. c. H, y. 13. (2) Genes. c. XLV, v. 28.
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