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360 SOBRE LA SOLEDAD ta de un Hijo el mas amado? De un Hijo que era un Hombre-Dios? De un Hijo que era su Criador, su Redentor, su único y sumo bien? Plorans ploravit in nocte, et lacryme ejus in mazxillis ejus: non est qui consoletur eam ex omnibus charis ejus. ) Pero, Señora, permitidme una palabra. Ya que no hallais con- suelo en las criaturas, buscadle en vuestra ciencia: buscadle en vuestros propios conocimientos, y hallareis acaso algun alivio, pues tantos años avtes estabais cerciorada de cuanto habia de padecer vuestro amantísimo Hijo. Nada ignorábais, todo lo sabíais, y no hubo momento, desde la Encarnacion del divino Verbo en vuestras purísimas entrañas, en que pudiese caber olvido de cuanto le ha- bia de suceder. Parece, dulcísima Madre mia, que unas noticiastan ciertas, unos pensamientos tan claros, y unos conocimientos tan universales podrian disminuir vuestra pena, y acompañaros en vuestra amarga soledad. Pero ay! No sé lo que me he dicho. Per- donad mi insipiencia y necedad. Yo mismo la condeno, y me re- prendo, conio en otra ocasión decia el santo Job: Ideo insipienter locutus sum, el que ultra modum excederent scientiam meam... Ideo circo ipse me reprehendo, et ago penilentiam in favilla, et ci- nere. (1) Ahora conozco que esta divina y universal ciencia de que os habia dotado el Altísimo entre otras innumerables gracias, era como una espada agudísima que traspasaba vuestro amable corazon todos los instantes de vuestra vida. Efectivamente, amado pueblo mio, desde el feliz momento que encarnó en sus entrañas el Unigénito del Eterno Padre, con esta ciencia miraba las divinas Escrituras, meditaba sus cláusulas, descifraba sus misterios, y comprendia con la mas amarga pena cuantos fúnebres oráculos hablaban de la pasion y muerte de su Hijo amado. Treinta y tres años vivió crucificada la Madre en los tormentos y en la cruz en que habia de padecer su Hijo. Siempre la parecia estar resonando en sus oidos aquellas tristísimas profecías de Isaias : A planta pedis usque ad verticen ca- pilis non est in eo sanitas: no hay parte alguna en su cuerpo desde los piés á la cabeza que esté sana y sin dolor. Jamás dejaba de oir al mismo santo profeta, que la decia: Von est. species ei neque decor: perderá su hermosura, se pareceráá un leproso, á un gu- sanillo humilde á quien todos pisan y maltratan Í nunca se cicatri- zaban en su corazon las penetrantes heridas que en él hacian es- (4) Ex lib. Job.c, XLI, v. 3-et 6.

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