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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 351 serás oido! No quieres la bendicion que te ofrece este Redentor amable que pide por ti á su Padre Eterno? La bendicion se apar- tará de tí. Quieres la maldicion cargándote con todo el precio de la sangre de Jesus? Ella caerá sobre tí con todo el furor del Om- nipotente. Escúchame: bien presto será vengada esa sangre por la ruina entera de Jerusalen, y por la última desolacion del san- tuario: esta sangre se dispersará por las cuatro partes del orbe: despues de haberla inhumanamente vertido como Cain la de Abel, andarás, nacion infame, vagabunda sobre la tierra, sin rey, sin altar y sin sacrificio. Esta sangre imprimirá sobre tu rostro yo no sé qué carácter de abominacion, que eternizará la venganza. Ella te hará la execracion de los pueblos y el oprobio del univer so: tú sentirás eternamente sobre tí la pesadisima mano del Todo- poderoso: mientras exista el mundo no se acabará tu persecu- cion: no esperes ya profetas que te consuelen, conquistadores que rompan tus cadenas y te saquen de esclavitud , ni reyes que te protejan y defiendan como á pueblo suyo. El Altísimo pondrá sobre tu frente una señal ilustre de la cólera del cielo y el sello vi- sible de tu reprobacion. Y vosotros, gentiles, nacion sentada por tantos siglos en las tinieblas del pecado y las sombras de la muerte, venid á la. vida: á ocupar el lugar de la nacion querida, de la nacion santa, que cerrando los ojos á la luz, llenando el número de sus ingralitudes, y quitando la vida á su mismo Redentor, ha buscado su propia perdicion, se ha hecho aborrecible, se ha abandonado como ré- proba, y va á ser la execracion perpétua del universo. Venid, y ved á este hombre puesto en esta cruz. El es vuestro Dios que os llama á su Iglesia: creed sus verdades, obedeced sus preceptos, temed sus castigos, esperad sus recompensas, ve- nerad sus misterios, y recibid sus sacramentos. Entonces sereis su pueblo, y él será vuestro Dios. Oidle, que así lo desea cuando desde la misma cruz dice: Sitio. Tengo sed de almas: quiero ha- cer un pueblo de muchos pueblos, y formar una sola Iglesia de to- das las naciones. Sitio. Al escuchar los soldados esta palabra, pien- san que pide de beber, y le acercan á los lábios una esponja em- papada en vinagre , puesta en la punta de una caña. Oh justos jui- cios de Dios! Oh verdad eterna de los vaticinios de Dios anunciados por los profetas! Cuando David padeciendo sed se le dió á beber vinagre? Nunca. El no la dijo por sí: habló como profeta en nom- bre de su bijo Jesucristo, y en Jesucristo se verificó literalmente:

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