BCCSAL000549-A-09000000000000

346 SOBRE LA PASION VIL. No admite duda que Pilatos instó cuanto pudo para no sentenciar á muerte á nuestro amable Jesus, dice el padre San Agustin ; pero al cabo Jos respetos humanos le vencieron, y dió la sentencia de que fuese crucificado entre dos ladrones, cuyos procesos estaban ya finalizados. Todos los demonios del infierno parece que fueron á Jerusalen, y entraron en los corazones de aquellos hombres perdidos , segun la bárbara crueldad y atropella- miento con que desnudan á Jesus la púrpura que por escarnio le habian vestido , le ponen su propia túnica, le arrancan y vuelven a fijar la formidable corona de espinas , renovando las heridas en su santísima cabeza , le cargan una pesada cruz sobre los hom- bros , y le sacan entre una desordenada procesion por las calles de Jerusalen hácia el monte Calvario. Caminaba el dulcísimo Jesus con la mayor pena y dolor; sus piés descalzos y ensangrentados, su cuerpo fatigadisimo y desollado con los azotes, pegada su túni- ca á las llagas, sus hombros molidos y encorvados con el enorme peso de la cruz, su rostro desfigurado y macilento con las bofeta- das y salivas, sus ojos cubiertos de la sangre, que descendia de la cabeza taladrada con las espinas que renovaban las heridas á cada movimiento de la cruz: toda su venerable persona ultrajada, aleada , y atormentada con los malos tratamientos y bárbara inhu- manidad con que la conducian á morir. Consideradle, almas deyo- tas, tan lastimado y acudid como las mujeres piadosas de Jerusa- len á darle algun alivio. Acudid á sostenerle antes que el grave peso de la cruz y el atropellamiento de sus enemigos le derriben: venid á ofrecerle vuestros brazos y vuestros corazones. Pero ay! que oprimido con. el inmenso peso de los pecados del mundo que lleva sobre sus hombros , cae en tierra una , dos y tres yeces, hasta no poderse levantar si no le ayudan. Angeles, qué haceis en esos cielos? Cómo no venís á levantar de la tierra á vuestro mismo Criador, que se mira á los piés de los hombres mas per- versos? Virgen soberana, acelerad el paso, y si le habeis de ver despues en el Calvario, venid á verle ahora y servirle de piadoso Cirineo. Cargad , Señora , con el madero santo de la cruz, poned en vuestra cabeza la corona de espinas , y caminad á ser crucifi- cada con vuestro Hijo. Vamos todos allá, amable Madre nuestra. para crucilicar nuestros vicios, y crucificarnos á nosotros mismos. Vamos todos allá , para dar consuelo al aflijidisimo Jesus. Mas, oh juicios incomprensibles del Señor! el consuelo que halla en los hombres es un nuevo tormento de palos y golpes con que le mal-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz