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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 343 por su amor todas las cosas, dejando á los hombres que juzguen como quieran. Tengan por locura la simplicidad evangélica: gra- duen de debilidad la humildad santa: estimen por cobardía de es- piritu la huida de los peligros ; que tambien estimaron los hebreos á Barrabás por mas digno que Jesus, y lo erraron lastimosamente: Erraverunt ab utero, locuti sunt falsa. (4) VI. Aunque Pilatos conoció que Jesus era hombre justo, nO se halló con bastante fuerza de espíritu para ponerle en libertad; y mandó que le azotasen cruelmente , no tanto por castigarle , cuan- to por ver si asi podia libertarle de la muerte. Pero quién te ha dicho, ob juez inícuo, que puede hacerse licitamente una accion intrínsecamente mala , aunque la intencion sea buena? Tú mismo conoces la inocencia de ese que presentan como reo: tú sabes que por envidia le han conducido á tu tribunal : del proceso no resulta prueba legítima para condenarle ; pues cómo le condenas ? Cómo mandas que con un diluvio de azotes hagan una llaga horrible del mas hermoso y puro cuerpo que formó la Omnipotencia ? Oh con- descendencias de los jueces, y qué funestas sois á la vida de mu- chos inocentes! Considerad desnudas aquellas carnes virginales del Hijo de la Virgen, amarrado réciamente á una columna y entre crueles verdugos, que descargando golpes con correas como rien- das durísimas , entumecen todo aquel cuerpo purísimo y delicadí- simo : que sacudiéndole con delgadas varas, rompen las carnes, y golpeando con cordeles retorcidos y nudosos , empieza á-correr la sangre por todo el cuerpo hasta rebalsarse en la tierra : conside- rad que aquellos bárbaros como irritados á la vista de la sangre de Jesus , descargan con nuevo furor los golpes, hasta que hecho todo una horrorosa llaga , se descubren los huesos.... Ay! Ay: La vista se debilita con la fuerza del dolor , el entendimiento se pasma, la lengua titubea, y mi corazon se rinde á la violencia de mi afliccion. Dispensadme el formar reflexiones sobre una crueldad tan sin ejem- plo. Llegad vosotros, amados hijos mios, y desatad de la columna á nuestro amabilísimo Redentor, lavad con vuestras lágrimas sus heridas , antes que todo afeado con la sangre, insultado con las burlas y desprecios , injuriado con la púrpura andrajosa , corona- do de punzantes espinas, y ridiculizado con un cetro débil de caña, le saquen á la presencia del pueblo. Llegad tambien vosotros, án- geles santos , y recoged diligentes los pedazos de la carne y san- 1) Psalm. LVIT, y. 4.

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