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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 337 se hallaban congregados en casa de Caifás los sacerdotes, los es- cribas, los fariseos y los ancianos del pueblo, y luego que Jes pre- sentaron á Jesus atado y rodeado de soldados y ministros, le pre- guntó aquel pontífice por su doctrina y de sus discípulos. El Señor con una mansedumbre inalterable y una firmeza que asombró á los cireunstantes, le respondió: Yo siempre he hablado en público en la Sinagoga y en el templo adonde concurria el pueblo, y en ocul- to nada he hablado. Pregunta, pues, á los que me han oido, y ellos te darán razon de mi doctrina. Cuando una respuesta tan con- cluyente habia de haber hecho enmudecer á todos, un criado del pontífice se acercó con fiereza al Señor, y levantando el brazo..... Cielos, dónde estaban los rayos? Tierra, dónde escondíais tus fie- ras? Infiernos, cómo no tragásteis vivo á este malaventurado? Le- vantó, digo el brazo, y descargó una cruelisima bofetada en el adorable rostro del Señor, diciéndole al mismo tiempo: Así res- pondes al pontífice ? Dios inmortal, que desde el cielo presenciabais una injuria tan enorme, cómo no la vengásteis con la fuerza de vuestra omnipo- tencia? Vos, Dios mio, que innundásteis toda la tierra con el dilu> vio, que abrasásteis con fuego del cielo las ciudades nefandas , que quitásteis la vida á cincuenta mil Bethsamitas por haber mirado curiosamente el Arca santa, y á ciento ochenta y cinco mil Ásirios por una palabra de blasfemia contra la divinidad, y sepultásteis en cuerpo y alma en los infiernos á los Levitas que murmuraron de Moisés, cómo ahora á la vista de un crimen infinitamente mas enorme que todos los otros, suspendeis vuestros castigos? Pero ay! A dónde me arrebata una ciega imaginacion! Sin duda he olvidado que Jesus es un Dios de paciencia y de paz: he olvidado que el mismo ha permitido al príncipe de las tinieblas que atormente su humanidad: he olvidado que el Señor quiere enseñar á sus discí- pulos á sufrir las injurias sin quejas ni murmuraciones. Su dulzura inalterable no le permite otra respuesta que esta. Si he hablado mal muestra en qué; y si he hablado bien, por qué me hieres? Ay Dios mio y amable Jesus de mi alma! No espereis satisfaccion de ese mal hombre , ni justicia en ese tribunal donde la envidia reina, y ódio mortal contra vuestra venerable persona ha tomado posesion del corazon de todos esos magistrados y asistentes. Ellos tratan de cumbunt sceleri famulate sun! Redemplori. (San Leon Pap. Serm. XI de Passione.) 19
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