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336 SOBRE LA PASION dores, oid; justos, escuchad : atendamos todos á las divinas inspi- raciones, si nos queremos salvar: Ámice ad quid venisti? IV. . Preguntó entonces el Señor á los soldados y ministros: A quién buscais? Y habiéndole respondido que á Jesus Nazareno, su Majestad les dijo con entereza: Yo soy. A esta voz, atolondrados como si hubieran oido.un horroroso trueno, ó como si algun furioso rayo desprendido de las nubes les hubiera herido, cayeron todos entierra. Oh voz de un Dios Omnipotente revestido de nuestra car- ne, qué.dizna eres de ser temida! Si cuando el Señor se vá á en- tregar en manos de sus enemigos, como un cordero manso, así derriba con un soplo la fuerza de los hombres, qué será cuando con todo el lleno de su poder y majestad vuelva desde el cielo, como bravo leon de Judá, á castigar á Jos pecadores? Miraba el Señor á aquellos infelices postrados en el suelo, y para demostrarles que de su propia voluntad se ponia en sus manos, les dió licencia para que se levantasen, y les dijo: Yo soy Jesus á quien buscais: dejad ir libres á mis discípulos, aprovechaos de esta vuestra hora y del poder de las tinieblas. Desde aqui, cristianos mios, dan ya prin- cipio los atropellamientos, ultrajes y desprecios de la venerable persona del Salvador. Unos le atan, otros le apalean: estos le pi - san, aquellos le blasfeman , y todos emplean su rábia, su furor y crueldad en dar golpes, puñadas y puntapiés á nuestro amable Je- sus. Bárbaramente atado, le llevan con inhumano atropellamiento primero á la casa de Anás, que era suegro del pontílice Caifás, por hacerle aquel obsequio de que viera preso á Jesus antes de presentarle á su yerno: allí le insaltan de nuevo , y con nueva rá- bia le maltratan, y de allí le conducen con la misma confusion y atropellamiento al palacio de Caifás. Era este sumo sacerdote aque] mismo que pocos dias antes habia dicho en el concilio que celebra- ron contra Jesus, que convenia que muriera aquel hombre por la salud de todo el pueblo. Él dijo la verdad sin entender lo que decia, pues el Señor no solo habia de morir por la salud de aquel pueblo, sino por la de todas las naciones mundo. Infeliz pontífice que co- metió la mayor de las maldades aconsejando la muerte de Jesus, aunque de ella sacase Dios el mayor de todos los bienes, que fué la redencion del linage humano! Asi se sirve su Majestad del mi- misterio de los malos para sacar muchas veces grandes bienes, y como decia admirablemente San Leon Papa * cuando cometen los delitos, contribuyen sin pensarlo, á los designios de Dios. (1) Ya (1) Admisit in se impias manus furentium, que dum proprio in-

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