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DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. 333 de Judas , la negacion de San Pedro, la incredulidad de Tomás, y las flaquezas de los demas discípulos. Miraba vuestras culpas y las mias , el aborrecible olvido de sus finezas, la ingratitud á sus beneficios , la omision de nuestras obligaciones, y los pocos que lograrian el fruto de tan superabundante redencion. Ay almas! Será para nosotros un nuevo cargo que agrave nuestra condena- cion esta preciosa sangre que con tanta abundancia se derrama? Clamará á Dios contra nosotros, como la de Abel contra su her= mano Cain? Se nos podrá aplicar sin violencia lo que el santo profeta Ecequiel decia de su pueblo: Multo labore sudatum est , et non exivit de ea nimia rubigo ejus? (4) No lo permita Dios, amados mios; y para que por nuestra ingratitad no hagamos veneno mor= tífero el bálsamo mas precioso de la sangre del Señor, demos el segundo paso en la vida cristiana, que consiste en dedicarnos á la oracion. Sí, hermanos mios, la oracion. Con ella conocereis vuestras culpas, llorarcis vuestros pecados, y pedireis á Dios misericordia: con ella vencereis las tentaciones de la carne, los combates del de- monio y los engañosos atractivos del mundo; con la oracion vivireis contentos con vuestra pobreza, y no os ensoberbecereis con las riquezas: con la oracion llevareis con paciencia los trabajos, 0s mantendreis con tranquilidad en las enfermedades, y no os con- tristarán las calumnias de vuestros perseguidores: con la ora- cion, en fin, lograreis la perfecta conformidad con la voluntad de Dios, y un esfuerzo estraordinario para todas las adversidades que puedan ocurriros en la vida, como le aconteció á nuestro amable Redentor cuando dijo: Von mea voluntas , sed tua fiat. II. Levantóse , pues, del lugar de su oracion, y aunque con los temores y tristezas alli padecidas tenia su divino rostro desti- gurado y descompuesto el cabello, quedó su divina Majestad con esta oracion tan animoso para padecer y morir por nuestra salud y remedio, que despertando y animando á-sus discipulos, salió luego al encuentro de sus enemigos que le venian á prender. Ape- nas dió su Majestad algunos pasos, cuando entró en el huerto el traidor Judas con una tropa numerosa de soldados y ministros, á quienes habia dado la señal que aquel á quien él saludase con el ósculo, ese seria Jesus, que se abalanzasen á él y le llevasen con cuidado para que no seles desapareciese de entre las manoscomo en (1) Ezeq. c. XXIV. v. 12.

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