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32 DEL MANDATO. co debi1 dejar de volver al cielo. Constituido el Señor en estas circunstancias , Usa de su omnipotencia, se aprovecha de su infi- nita sabiduría , Y MOS manifiesta hasta un punto incomprensible la fuerza de su divino amor. Instituye aquel augusto Y venerable sa- cramento, y permanece con nosotros hasta el fin y consumacion de los siglos, volviéndose tambien al cielo de donde habia descendido á redimirnos. Prodigio grande! Milagro estupendo del amor de Dios para con los hombres | Cuando el Señor vivia en el mundo, solo le veian aquellas personas entre quienes el Señor habitaba: fuera del pueblo en que se hallaba nadie le veia, nadie gozaba de su presen- cia, cuando estaba en Nazareth no le miraban los de Jerusalen, y cuando en Jerusalen predicaba, carecian de su presencia los de Nazareth y los de otros pueblos; pero ahora en el adorable sacra- mento le ven y le hablan los de la córte y los de las ciudades, los de las villas y los pueblos mas pequeños. El Señor está en las ca- tedrales, es venerado en las parroquias, y le adoran en los con - ventos. Esta oblacion pura, santa é inmaculada se ofrece al Eterno Padre en todas las cuatro partes del mundo, mas 4 menos, segun la mayor 6 menor maltitud de templos y altares. Cuando vivia en el mundo, sola la vista y el oido le percibian; mas ahora en el sa- ecramento le vemos, le oimos, le tocamos Y le comemos: pues el amor inmenso de nuestro Dios no sosiega hasta hacer trono: de :su grandeza nuestro pobre corazon: en él descansa , en él se goza y desde él nos alimenta, NOS habla, nos recrea, nos favorece y 005 eleva hasta hacernos una misma cosa Con él: Qui manducal mean carnem, et bibit meum sanquinet, in me imanet, etego in illo. (4) Cuan- do vivia en el mundo, solo María Santisima su Madre, Y Su purisimo esposo San José le llevaban en sus brazos y tenian en su compañia: mas ahora el rey y el vasallo, el pobre y eb rico, el sacerdote y el lego, el religioso y el secular, el sano Y el enfermo; en suma, todos tienen derecho á participar de aquella mesa, a vivir en su compañía, a ponerle en su misma boca, y 4 depositarles dentro de su mismo corazon. Aqui es mecesario , hermanos mios, que el entendimiento. hu- mano reconozca su pequeñez para percibir tan soberanos misterios del amor de nuestro dulcísimo Jesus. Es necesario dar lugará la Le y éon ella quedar convencidos deb ejemplode humildad y de amor que hoy nos dá su divina Majestad: Exempluwn enim dedi vobis, ul (1) Joan. e. VI. y- 57.

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