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318 DEL MANDATO. de una Vírgen pura é inmaculada, que los pastores la veneren, que los magos la adoren, que los ángeles publiquen con cánticos su nacimiento, dando gloria á Dios en las alturas y paz á los hom- bres de buena voluntad en la tierra : no se trata de que el venera- ble anciano Simeon le reconozca por el Redentor de Israel, y que Ana, la profetisa, le confiese por el Mesías prometido á su pueblo: que el cetro de Judá no exista ya en aquella tribu: que el intruso rey Herodes tiemble con la noticia que le dan los magos: que los escribas y principes de los sacerdotes, depositarios de las Santas Escrituras , le certifiquen del lugar de su nacimiento: que caiga y se despedacen los ídolos de Egipto; y los ciegos vean, los sordos oigan, los mudos hablen, sanen los enfermos y los muertos resu- citen: no se trata, en fin, de que atraidas las gentes del resplan- dor de los milagros, de la pureza de su doctrina , de la amabllidad y santidad de su persona, vaya todo el mundo en su seguimiento, como dice el Evangelio: Ecce mundus totus post eum habit. (4) Trá- tase de enviarle á aquella viña ingrata, cuyos colonos habian apa- leado , apedreado y muerto á tantos profetas y otros hombres jus- tos , que el buen Padre de familias habia enviado anteriormente á recojer el fruto: se trata de que vaya en persona el mismo here- dero, el Hijo del Eterno Padre, para morir por ella. Pero, Señor y Dios altísimo, que la cerca de la viña se destruya, que su torre se arruine , su lagar se demuela, sus cepas se arranquen y su sue- lo ingrato quede para pasto y alimento de las béstias. Qué perdeis en esto de vuestras adorables é infinitas perfecciones? No podeis criar con la palabra de vuestra omnipotencia nuevos cielos , nueva tierra, nuevas criaturas , mas dóciles, mas obedientes y mas fie- les que la casa de Israel ? Dejadla en su eterna perdicion, y no querais remediarla á tanta costa. Pero qué es lo que pronuncio? Señor, perdonadme , que he hablado como un insipiente. Mal co- nozco vuestro amor. Mal entiendo la obediencia que teneis á vues- tro Eterno Padre. Es verdad que padecer Dios y morir es un es- ceso, es un prodigio, es un portento que asombra á los hombres y á los ángeles. Nuestra razon se turba, nuestro entendimiento no comprende la longitud, latitud y profundidad de un misterio tan venerable. Pero qué somos nosotros para entender la inmensidad y liberalidad de vuestro divino amor? Yo os adoro con la mas pro- funda reverencia de mi espíritu, y besando los libros. santos en (1) Joan. c. XII, v. 19.
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