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DEL MANDATO. 315 tarse con tanto fausto como las otras : acaso la vanidad ambiciosa con que estas pretenden sobresalir y esceder á aquellas : acaso las miradas libres, las palabras indecentes , las compañías de mala nota, el ningun recogimiento de los sentidos y potencias, que de- berian ocuparse en la meditacion de tan venerables y augustos mis- terios, será, digo, toda esta criminal conducta digna de un pre- mio eterno, ótendrá por término un fuego inestinguible para mien= tras Dios sea Dios? Considerémoslo bien, y resolvámonos á imitar á Dios nuestro Señor hecho hombre en el grande ejemplo de humil- dad que nos pone á la vista en este dia : él mismo nos lo manda cuando dice: Exemplum , enim dedi vobis , ut quemadmodum ego feci vobis ita el vos faciatis. Yo os he dado ejemplo de humildad siendo vuestro Maestro y Señor, como vosotros mismos me llamais, y como efectivamente lo soy : justo es que vosotros imiteis esta leccion, mostrando en vuestro porte humilde, manso y modesto, que sois discípulos mios. Dichosa el alma que asi lo practique: fe- liz el alma que siguiendo los ejemplos de Jesus, no solo trata de imitarle en la humildad, sino que tambien desea ser su discípulo en el amor. Pero esta ya es la materia del PUNTO SEGUNDO. Pero qué es lo que he pronunciado , amados mios? Yo hablaros del amor de todo un Dios para con el hombre? Yo de Dios? Qué lengua de ángeles ni de querubines podrá esplicar, no digo el Océa- no inmenso, pero ni la menor centella del divino amor ? Qué cria- tura puede hablar con propiedad de la eternidad, de la inmensi- dad, de la generosidad, de la liberalidad y del amor de todo un Dios? Oh espíritus soberanos , serafines abrasados en el horno de la caridad, prestaáme algun calor de vuestros sagrados incendios para que pronuncie siquiera alguna cosa de edificacion ! Hagamos un esfuerzo estraordinario y subamos con la conside- racion hasta aquel estado felicísimo, en que existiendo en sí mis- ma la divina esencia, se gozaba en sus eternas é infinitas perfec- ciones, sin necesidad de criaturas que la conociesen y amasen. Revestido Dios de un poder infinito, adornado de una sabiduría inmensa , de una santidad suma, de una hermosura perfectísima y de un amor sin término, se conocia á sí mismo, se amaba y se gozaba eternamente feliz é infinitamente bienaventurado. Este co-

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