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DEL MANDATO. 311 de Dios sane las llagas que la soberbia hizo en elalma del hombre. Y en conformidad de este divino decreto apareció en la plenitud de los tiempos sobre la tierra ; pero, qué humilde en su nacimien- to! Qué humilde en su primera cuna! Un establo y un pesebre, son las únicas cátedras, y las mas proporcionadas para el Maes- tro de la humildad. El resto de su santísima vida , y el término de ella, fueron correspondientes á este humildísimo principio : ni tuvo donde reclinar la cabeza , ni resistió cuando le conducian á la muerte: manso y humilde como un cordero cuando le van á de- gollar , ó como una oveja cuando la conducen al sacrificio, satis- fizo por la soberbia del hombre con su profundisima humildad , de- jando al ángel rebelde irrevocablemente perdido para siempre. El hombre es á quien vino á buscar , el hombre á quien vino á redi- mir, el hombre es á quien habla y dice: ya no dudes, ya no te- mas el desear asemejarte á mí: ya ese pensamiento no puede per- judicarte; yo mismo te convido á que aprendas de mí á ser manso y humilde de corazon: Discite á me quia mitis sum el humilis corde. (1) 1 Pero aunque en toda su santísima vida fué nuestro amable Re- dentor Jesus el mas perfecto modelo de humildad , el padre San Agustin pondera particularmente el ejemplo que nos dió en este dia lavando los piés á sus discípulos. No satisfecho el corazon de nuestro Señor Jesucristo, dice el santo, con los grandes ejemplos que habia dado en su vida, y con los que iba á dar en su pasion y muerte, en que padeceria como el postrero de los hombres , como dice Isaías ; Ó como el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo , como nos dice David , quiso hoy dar un ejemplo ¡lustre de esta virtud. Porque sabiendo Jesus que habia llegado su hora, aquella hora que desde la eternidad tenia destinada para manifes- tar la mas heróica humildad : aquella hora que no habia visto el mundo, ni volverá á verla semejante : sabiendo Jesus que habia llegado esta hora , se levantó de la mesa , acabada la cena legal con que había dado fin á los ritos y ceremonias de la antigua ley, y mandando sentará todos sus discípulos , y quedándose el Señor en pié como si fuera siervo de todos, echó agua en una vacia , ci- ñóse el cuerpo con una tohalla, y habiendo antes dejado sus vesti- duras , se puso á los piés de sus discípulos para lavarles los piés. Asombrose San Pedro al ver humillado delante de sí al Omnipo- (1) Matth. c. XI, v. 29.
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