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302 PLATIGA DE 1A PENITENCIA. vos Dios mio, nos colmásteis de felicidades hasta poner en nues- tras manos el cielo, y en nuestra humana naturaleza la misma di- vinidad , bajando vos al mundo para tomar nuestra carne misera- ble, anonadando vuestra suprema majestad, ocultando vuestra inmensidad, y cubriendo bajo el velo de hombre toda la grandeza de Dios. Qué beneficios estos, Señor, tan dignos de nuestro mas profundo reconocimiento ! Pero ay! Nosotros los menospreciamos, y con una ingratitud digna de llorarse cun lágrimas de sangre ofendimos á tan buen Padre. á un bienhechor tan magnífico, y á un Dios tan misericordioso! Cuánto detestamos nuestra mala cor- respondencia! En prueba, Señor, de nuestro arrepentimiento os ofrecemos el corazon preparado para la penitencia. Recibidla gran Dios, con nuestras lágrimas que testifican la sinceridad de nues- tras resoluciones: Ego in flagella paratus sum. Esta es la idea que os presenta mi afecto, y la obligacion de mi santo ministerio: esta mueve mis deseos de inflamar vuestra volun- tad en fervorosos actos de las virtudes, y no á deleitar vuestro en- tendimiento con peregrinos discursos. Infeliz de mí si fueran otros mis pensamientos, y desgraciados de vosotros si en esta mortifica- cion que vais á tomar, no fueran puras vuestras intenciones! Pro- curemos todos el comun aprovechamiento , buscando en la imitacion de Jesucristo un ejemplar infinitamente mas noble que el de David. Éste es el espejo en que debemos poner la vista del alma para ar- reglar nuestra vida. El Señor padeció por nosotros dejándonos ejemplos para que sigamos sus pisadas. Qué palabras estas, amados mios! Jesucristo padeció por nosotros, el Criador por la criatura, el Señor por el esclavo, el maestro por el discipulo , el inocente por el pecador, y Dios por el hombre ! Es esto posible ? Dios pre- so por mi! Azotado , escupido y abofeteado por mí! Dios coronado de espinas, oprimido con el grande peso de la cruz, clavado en ella, y muerto por mí entre los tormentos mas incomprensibles! Y rehusaremos nosotros padecer? Nada menos. Justo es, como decia San Pablo, que los miembros que servian á la iniquidad , contribu- yan ahora para la santificacion: justo es que los que han pasado la vida en delitos vivan desde ahora dedicados á la penitencia : justo es que el pecado sea castigado por Dios ó por el hombre. Si vos- otros detestais las culpas por ser ofensas de un Dios infinitamente amable: si Morais vuestros pecados con lágrimas de verdadera con- tricion : si castigais la carne de pecado con ásperas, pero útiles y necesarias penitencias, Dios nuestro Señor, que es rico en mise-

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