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294 SOBRE LA NEGACION aquella oveja de su rebaño , y que los infernales lobos la iban pre- cipitando de despeñadero en despeñadero , de negacion en nega- cion, vuelve sus benignos y hermosos ojos hácia ella. y mira a Pedro: El conversus Jesus , respexit Peltrum. Oh cuántas cosas le diria á su Majestad con sola aquella mirada! Le diria á nuestro modo de entender: Oh Pedro, ho apostol mio y cabeza de mi Igle- sia! Qué se ha hecho tu feryor , tu valentia y tus protestas de mo- rir á mi lado antes que ofenderme ? Cómo ha desaparecido aquella determinacion de no desampararme nunca , aquellas públicas con- lesiones de amarme, aquella seguridad con que presumias no es- candalizarte jamás? En dónde estas , ó pobre Pedro? Cómo te ha- llas tan sumergido en la culpa? Vuelve en tí, cese ya tu perdi- cion , recupera mi gracia perdida. Yo soy el ofendido, y te ruego: yo el agraviado y te llamo: yo el olvidado y te busco. No des- atiendas la ilustracion que con mi vista te comunico: Ef conversus Dominus , respewit Peteum. Oh bondad infinita! Ob clemencia in- mensa de nuestro amable Jesus |! Cómo regalará con amorosas ca- ricias á las almas que le aman, que le obedecen y le adoran, cuando tan amoroso solicita, busca y llama á los que le ofenden. Oh carísimos oyentes, cuando pensaremos en no ofenderá un Dios tan bueno ! Movido Pedro con esta ilustracion interior, y derretido su co- razon con el fuego de amor que el Salvador le comunicó con su vista, se humilla, se abate y saludablemente se avergienza, Vé en un momento los innumerables beneficios que Dios le ha hecho y la negra ingratitud con que él ha correspondido : vé su escandalo- sa caida desde lo mas eminente del apostolado: vé postrada su va- lentía, debilitado su valor, perdida la divina gracia: oye que el gallo canta: advierte que Jesus le mira; pero con qué mansedum- bre, con qué agrado, con qué majestad de semblante, con qué dulzura de ojos, con qué misericordia ! Vé que le habla al corazon, que amorosamente le reprende, que dulcemente le reconviene; y y al toque de tan graciosa vista se rinde y se convierte : abando- na el lugar de su pecado, huye del peligro, y retirado á la soledad de sí mismo , llora amargamente: Ef agressus foras , flevit amar?. Quién pudiera ahora, señores, entrar en el corazon de Pedro! Qué veríamos? Qué escucharíamos. Confuso y avergonzado , pe- saroso y dolorido, qué suspiros, qué lágrimas enviaria al cielo! Qué de reconvenciones y cargos no se haria! Cómo yo, ingrato é infiel discípulo, diria, negué á mi Maestro y ofendí á mi Dios!
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