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RT PA 290 SOBRE LA NEGACIÓN po de Laodicea, Sed quia tepidus es, el nec frigidus, nec calidus, in- cipiam te evomere ex ore meo. (4) Y qué! Este defecto cometió San Pedro? No parece conforme á su carácter. Ciertamente, amados oyentes , que á primera vista no era la tibieza el carácter de este santo, sino la intrepidez y demasiada confianza de sí mismo; por- que de hecho, le vemos preguntar á San Juan en la noche de la Cena quién era el traidor que habia de entregará su Maestro, para despedazarle con sus manos, segun recela San Juan Crisós- tomo: le vemos no menos fervoroso en la prision de Jesus tomar la espada, y acometer él solo á los soldados y ministros derribando al suelo á la primer cuchillada la oreja de Malco: vemos que es menester que el mismo Jesucristo le mande volver la espada á la vaina para que San Pedro se sosiegue. Todo esto vemos, es ver” dad, Pero cuándo permanece el hombre en un mismo estado? Hoy está fervoroso , mañana tibio : hoy se abalanza con intrepidez á los mayores peligros, y de allí 4 un momento ya leme hasta las som- bras : hoy desafia á la muerte, y luego no puede sufrir la menor incomodidad. Ay señores , y qué criatura tan incomprensible es el hombre! Este mismo Pedro que acabamos de ver tan fervoroso y valiente en la cena y en el huerto, apenas vé que atan á su Maes- tro, que le lleyan preso, y que todos los demas apóstoles huyen cada uno por donde puede. cae de ánimo, le falta el aliento, le desampara su fervor, y apoderándose de él una grande pusilani- midad y tibieza, en vez de acompañar á Jesus, de no apartarse de su lado, retarda, detiene, y solo con perezosos pasos va €n su se- guimiento allá á lo lejos, como nos lo dice el santo Evangelio: Se- quebatur eum á longe. (2) Si acompañado del santo temor de Dios no se hubiera apartado de Jesucristo, ni la tibieza se hubiera apo- derado de Pedro, ni negára á su Maestro, como lo asegura San Ambrosio. (3) Oh cristianos mios muy amados , qué leccion esta tan divina! El que se aleja del sol de justicia, cómo no ha de parar en el hielo de la tibieza! Un retirarse del médico el enfermo, cómo no ha de agravar su enfermedad? El huir de la luz , cómo no será tropezar en las tinieblas? Quien no sigue el camino recto, podrá no espe- (1) Apocalyp. Joan. c. II. y. 13, et 16. (2) Luc. c. XXII, v. 54. (3) Neque enim negare potuisset, si Christo prorimus adhessiset. (Lib. X. in Lucam.)
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