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278 SOBRE LOS DOLORES Dios que se viste de la luz, que tiene por alfombras las estrellas v se deja ver majestuosamente infinito é inmenso en el Empíreo: este, este mismo Dios hecho hombre muere tan pobre en una cruz, que no tiene en donde reclinar su cabeza, ni un pobre vestido para cubrir sus carnes virginales el que viste el campo de flores y fru- tos, los animales de pieles y lanas, las aves de plumas, y adorna el cielo de resplandecientes estrellas. Acercaos, vuelvo á decir, al Calvario, y mirad á la Virgen Madre al pié de la cruz en que padecia Jesucristo, su amado Hijo, infinitos trabajos , mas que Job: miradla eutre el cielo y la tierra, entre el mundo y su Redentor, entre el pecado del hombre y la justicia del Eterno Padre : miradla como medianera nuestra, como corredentora nuestra, como madre nuestra, como amparo nues- tro, como un prodigio de amor y un prodigio de dolor. Acaso si la considerais de esta manera, no podreis hablarla en mucho tiempo por la vehementísima intension de su dolor y de su amor: miradla como mira con ojos dulcísimos y aflijidisimos aquellas desnudas carnes de su amable Jesus, que por virtud del Espíritu Santo se formaron en sus entrañas, crecieron con su virginal leche cuando le tenía en sus brazos como niño tierno, y se alimentaron con las viandas que la misma Madre le suministraba en su perfecta edad, y que ahora no la era permitido cubrirle con su manto y ocultar la desnudez de aquel cuerpo deificado con las telas de su martirizado corazon: miradla como mira aquel rostro de su Hijo, hermosísimo en algun tiempo, y ahora todo denegrido y lleno de sangre, y que no la as permitido limpiarle con las tocas ó lienzos de su cabeza: miradla como le oye manifestar la sed que le abrasa, y que no puede traerle un poco de agua para su alivio: como le vé erucifi- cado y no puede separarle de los clavos ni de la cruz : como oye las blasfermias con que todos insultan á su Hijo, y ella, ocultando en el silencio de su pecho las pruebas claras y decisivas de su di- vinidad con que podria reconvenirlos, y de que ellos mismos ha- «bian sido é iban á ser testigos, solo levanta al: cielo en secreto su elamor para pedir al Eterno Padre que perdone á aquellos hom- bres las blaslemias que decian contra su amado; porque ignoraban lo que hacian: como escucha que su amable Jesus se despide de ella, dejándola á su discípulo Juan en su lugar por hijo , y traspa- sándola el corazon con esta conmutación tan dolorosa, en que la daba un puro hombre por un verdadero Dios y hombre : el bijo de Zebedeo por el Hijo del Eterno Padre: como le vé levantando (os

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