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76 SOBRE LOS DOLORES dos mios! Todos los sentidos de su virginal cuerpo, todas las po- tencias de su purísima alma , todas las fuerzas de su voluntad , to- dos los deseos de su corazon, toda , toda la amable Virgen y Madre se habia sumerjido en un mar inmenso de amargura, como dice San Buenaventura, aplicando á María Santísima aquellas hermo- sas palabras de Noemi: Von vocetis me Noemi, id est puleram, sed vocate me amaram, quia amariludine valde replevit me Omni- potens. Si aun quereis mas universales sus dolores, haced que vea vues- tra falta de devocion, de recogimiento y respeto hasta en los san- tos templos del Señor : haced que vea vuestras inmodestias en la profanidad de vuestros vestidos en un tiempo en que se nos repre- sentan los adorables misterios de nuestra redencion: haced que viga” vuestras conversaciones malignas con que desacreditais la conducta de vuestros prójimos, aun los mas recomendables por su carácter y ministerio : haced que entienda la compañía detestable que traeis á los sermones y á las venerables funciones de estos dias: haced... pero no, amados mios, no. Sabed que los ojos de la Vir- gen, sus oidos, sus manos, su cuerpo y Su alma son muy puros para que no los atormenteis mas con vuestros desórdenes. Enmen - dadlos, yo os lo ruego por el amor que tengo á vuestras almas. desterrad todo pecado con la verdadera penitencia, si no preten- deis que los dolores de María Santísima no solo sean continuos y universales, sino tambien vehementes. Esta era mi tercera y últi- ima reflexion. III. Sin dificultad comprendereis esta verdad. Un dolor, aun= que dure mucho tiempo y sea universal, si fuere un dolor peque- ño , si no fuere intenso ni vehemente, puede sin duda sufrirse , y tolerarse sin especial fatiga; pero cuando el dolor que aflije de con- tínuo y que molesta todo el cuerpo y toda el alma, es un dolor vivo, un dolor intenso, un dolor estraordinariamente vehementísi- mo, entonces no hay fuerzas en lo humano para sufrirle y son ne- cesarias fuerzas del cielo para tolerarle. Siete dias con siete noches estuvieron sin hablar palabra y como pasmados y sorprendidos del horror los tres amigos de Job al mirarle en su desgracia. Muertos sus hijos , robados sus ganados, abrasadas sus mieses, perdida su hacienda, cubierto de llagas, tendido'en un muladar, rayéndose ¡Os gusanos con un pedazo de teja, y hecho el asombro de los cie- los y la tierra por su mansedumbre , por' su conformidad con la vo- luntad de Dios, por su paciencia en los trabajos y por todas sus

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