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Y DEL PECADOR: 245 placeres de la vida, sus riquezas ,-sus empleos y sus pecados pa- saron como una sombra; pero no pasaron ni dejarán de existir jamás en su memoria, por el mal uso que hizo de ellos y de su libertad. Transierunt dá manu, dice el padre San Bernardo, sed non d mente. Qué tormento para una alma representársela viva- mente los pecados que cometió, y las virtudes que pudo practicar y que lastimosamente omitió! No es fácil hallar imágen mas viva de esta pavorosa verdad que lo que nos refiere la divina: Escritura del rey Antiocho. Despues de la desgraciada espedicion que hizo contra la ciudad y plaza fuerte de Elymaides en Persia, sabe que uno de sus ejércitos, mandado por el general Lysias, ha sido der- rotado por los judíos; y oprimido de tantas desgracias cae en la ca- ma con una enfermedad mortal, y llamando á sus amigos les dice sumergido en la mas profunda tristeza : Oh qué grande es mitri- bhulacion ! Yo que antes vivia alegre, y era amado y respetado de todos por mi poder, ahora me veo sin ejércitos, sin gusto y sin descanso. In quantam tribulationem deveni ! Ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalen: ahora se me representan los robos sacrilegos de las riquezas de aquel magnífico templo: ahora me atormentan el alma las injusticias que entonces cometí, los daños gravísimos que aquellos moradores causé, y las muertes inhuma= nas y crueles que á tantos inocentes dí. Infeliz de mí! Y “cuánto me martiriza en este triste momento la memoria de mis pecados! Nunc reminiscor malorum que feci in Jerusalem. Conozco que por ellos me han venido todas estas calamidades, y ahora perezco opri- mido de la tristeza en una tierra estraña. Cognovi ergo quia prop- lerea invenerunt me mala ista: el ecce pereo tristilia magna in terra aliena. (1) Ahí teneis insinuado el tormento que causan en el alma los ma- les cometidos. Tormento que esperimentarán cuantos pecadores al morir tiendan la vista sobre el mal empleo de los sentidos de su cuerpo, de las potencias de su alma, de su hacienda, de su oficio, de la ciencia, la salud y las demas proporciones que tuvieron para hacer bien. Tormento que se «aumentará á un grado intensísimo cuando consideren no solo el bien que dejaron de hacer, sino Jos desórdenes, los vicios y los pecados 4 que se entregaron. VNune re- miniscor malorum quie fecit. Ahora me acuerdo, dirá la conciencia de un pecador, de aquella horrible injusticia que cometí negando (1) Lib. E. Machab. c. VÍ, y. 13.

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