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SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS. 13 posible negar la providencia de Dios, sin precipitarse en la idea horrible de un Dios sin sabiduría , sin santidad y sin justicia. Ved, hijos mios, con cuánta razon antes de demostrar con pruebas irre- sistibles la verdad de la santa religion que felizmente profesamos, he procurado daros una ligera idea de las estravagancias y delirios de los que frenéticos la contradicen. Pero nosotros , que pensamos de Dios en bondad , cuánta utili- dad sentimos en persuadirnos que existe un Criador que en el principio sacó de la nada los cielos y la tierra? Que mantiene, conservay dirije todas las criaturas que produjo su mano omni= potente ? Que nos alumbra con la luz del sol, la. luna y las estre- llas? Que nos alimenta y recrea con tantos frutos y flores de la fe- cunda tierra ? Con tantas aves del aire y peces del mar ? Que nos admira y encanta con la armonía admirable de esta famosa fábrica del universo? Con las revoluciones periódicas de los. globos celes- tes? Con la nunca interrumpida série de generaciones de los séres vegetativos, sensitivos y racionales? Que nos habla, en fin, por todas sus criaturas , cuando ellas nos dicen : Ipse fecit nos, et non ipsi mos ? Qué mayor consuelo para nuestras almas que la firme persuasión en que vivimos , de que existiendo un Redentor, nos hallamos libres de la esclavitud del pecado por su vida, su pasion y su muerte: provistos de abundantes gracias que nos previenen, mueven y escitan para practicar la virtud , nos acompañan y for= talecen para obrar virtuosamente , y nos tranquilizan y alegran por haberla practicado , sostenidos con los venerables Sacramen= tos de su Iglesia para resistir con firmeza los ataques de los irre= conciliables enemigos de nuestras almas, y esperanzados de lograr su amable compañía por todos los siglos en la patria: feliz de los vivientes! Qué memoria tan dulce la de suponer con certidumbre que tenemos todos un Padre celestial que está en los cielos , que tiernamente nos ama, pacientemente nos sufre, poderosamente nos defiende, y magníficamente nos premia ! Un Maestro que con vigilancia mos enseña, con mansedumbre nos corrige, y con opor- tunidad nos encamina para obrar el bien, y huir el mal: dándo- nos saludables sentimientos cuando cometemos el pecado , y con- suelos dulces cuando practicamos la virtud! Un médico divino, que nos proporciona los remediós mas eficaces para preservarnos dé las enfermedades del alma, para sanarnos de ellas cuando por nuestra desgracia las hemos contraido! Cuánta utilidad , cuánto consuelo, cuánta paz nos resulta en este valle de lágrimas de su=

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