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234 SOBRE EL DESAMPARO DÉ DIOS se halla. Asi, pues, lo conocerán todos, y confesarán que unos principios de poca consideracion al parecer, les dispusieron á la dureza de corazon, que es lo primero: veamos ahora como la re- peticion de pecar causa el endurecimiento, que es lo segundo. Una vez desarreglada el alma, y en habiendo dado lugar al pe- cado en sí misma , pierde desde luego el horror que antes la tenia, y con una facilidad asombrosa se despeña de un abismo enotro. En los principios, dice el padre San Bernardo , el pecado era un peso insoportable en la inteligencia del pecador; pero despues, acos- tumbrándose, ya no parece tan grande: despues ya no es mas que una flaqueza, un entretenimiento , una fragilidad, una mocedad: luego ya no se siente: poco despues ya deleita : y asi poco á poco, dice:el Santo, se llega á la dureza del corazon. Digo algo, señores» que no sea verdad? Preguntad á esa soltera, consumida ya en torpezas, que á la primera vez le parecian lo que eran, esto es. maldades horribles, cómo ahora las comete tan sin vergilenza ? Y os responderá ser cierto que al principio se la representaban con tanta fealdad, que aun en el secreto de la confesion la llenaban de rubor: os dirá que entonces solo el verse en la presencia de un hombre la atemorizaba, el oir una palabra deshonesta la estreme- cia: os dirá que si llegaba á consentir en algun pecado, la parecia que se iba á condenar al instante, y que la primera vez que cayó no podia sosegar su corazon ni un solo momento; pero que multi- plicando despues los pecados, ya no le parecen tan graves , ya no se avergilenza por nada, ya se presenta á cualquiera, desea las ocasiones, quiere que la soliciten y se envejece en las torpezas, sin sentir aquellos sustos, aquellos remordimientos é inquietudes, y aun pasa á deleitarse en sus maldades. Preguntad , quién ha lle- nado de adulterios á la otra casada? Y os dirá que el haberse deja- do vencer la primera vez. Piense de ese pecado como es en sí» téngale por un enormísimo delito, y no se rendirá tan fácilmente: Temia, como era razon, manchar su alma y faltar á la fidelidad de su marido, echando sobre su proceder un borron tan feo; pero ahora apenas la parece que puede vivir sin aumentarlos cada dia. Preguntad del mismo modo por los otros pecados de hurtos, pro- fanidades, murmuraciones, usuras, odios, venganzas , y vereis como en los principios todo era sustos , sobresaltos y temores; pero despues, familiarizados todos con la maldad, ya les parece, si no licitos, menos honrosos. De aquí viene el pecar frecuentemente y sin enmienda, y: por cualquiera ligera ocasion, y aun sin oca-

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