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232 SOBRE EL DESAMPARO DE DIOS mulada de su propia conciencia se reprenda vivamente , se lamen- te y gima; con todo , como el dolor es mas por la pena que por la ofensa de Dios, presto vuelve á caer: nueva caida, nueva peni- tencia; pero no tan pronta, ya es con menos resolucion, menos dolor, menos confusion y menos propósito: ved ahí :á una alma que ya ya á caer en el endurecimiento del corazon, procedido de un principio que reputaba por lícito, indiferente y honesto ; pero que yo no aprobaré, no permitiré ni dejaré de clamar contra él mientras Dios anime mis lábios. Guardaos, por tanto, cristianos, guardaos del primer pecado. En circunstancias tan críticas en que Dios advierte se le vá á perder una alma, qué esfuerzos no hace para rescatarla ! Vosotros mismos , pecadores, los que habeis tenido la fatal desgracia de apartaros de él : vosotros mismos sois- testigos de haber sentido en vuestras almas las mas claras pruebas de la amorosa providencia del Señor. Qué no hace entonces por avivar la conciencia, por avi- var la fé y por mantener el corazon á lo menos vacilante entre el bien y el mal? Qué llamadas unas veces tan amorosas , y qué re- prensiones tan blandas para vencerle por amor! Qué amenazas tan terribles en otras ocasiones para vencerle y detenerle por miedo del castigo. Ya se representa como Padre, ya como Pastor, como Juez , como Salyador: pero, en fin, el alma se hace sorda, sigue á sus gustos y obedece á sus pasiones; y ved ahí frustadas todas las gracias del Señor, é inutilizados y sin provecho todos aquellos afanes, ánsias, cuidados y fatigas. Pero aun entonces no se desvía la divina misericordia: aún busca al alma con nuevos modos, y to- dos maravillosos. Ya la dá ternura de corazon, haciéndola algunas veces derramar algunas lágrimas , sintiendo la pérdida de su pu- dor por una pasion tirana que la arrastra : ya la lleva al templo, y con la voz del predicador penetra su corazon como con una saeta, y de aquí vienen las santas reflexiones que muchas veces hace so- bre sí mismo el pecador , como no esté muy aficionado al pecado: otras veces esparce una saludable amargura sobre todos los gustos para apartarla de ellos: otras , para amedrentarla, la amenaza con las eternas llamas: de aquí nacen los remordimientos de conciencia que no la dejan sosegar: de aquí aquella tristeza, aquel desabri- miento, aquel escozor y peso interior que la atormenta en las vi- sitas, en los entretenimientos y concursos de mas gusto: de aquí aquella turbación é inquietud del alma, aquellos saltos y violentas palpitaciones del corazon al mismo tiempo de cometer la culpa: Ah»
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