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224 SOBRE LA OBLIGACION DE AMAR Non serviam. Justos de la tierra, compadeceos: ángeles y santos del cielo, tened piedad de un pecador que desobedece al precepto de Dios, que desprecia el premio de Dios, y no teme el castigo de Dios, cuando dice: Ego autem dico vobis: diligite. Y vos , Virgen Santísima , amable Madre de todos los pecadores, refugio y ampa- ro de todos los pecadores, compadeceos tambien del endurecido corazon de ese hombre rencoroso, de las entrañas envenenadas de esa enemistada mujer: compadeceos , Señora mia dulcísima, de esas tristes almas, que aman mas el rencor que la caridad , el pe- cado que la gracia, la vid a inquieta que la dulce calma del espiritu y el infierno que el cielo. Qué haria yo, oh Madre de piedad y del amor hermoso, para que estas almas no se perdieran eternamente? Oraciones, lágrimas, consejos, exhortaciones, preceptos, pre- mios, castigos , todo, Señora, todo lo encamino para su eterna salvacion. Nada me resta sino presentarles la imágen de un Dios crucificado, de un Dios que espira entre tormentos, y que pide á su elerno Padre que perdone á todos sus enemigos. Mirad, pues, á nuestro amable Redentor entregado á los do- lores mas intensos de su pasion sacratisima, y á los rigores mas crueles de una muerte ingnominiosa, y escuchareis una leccion la mas heróica del perdon de los enemigos. Miradle pendiente de tres clavos en la santa cruz : miradle coronado de espinas, y traspasa- dos sus santos piés y omnipotentes manos: miradle cubierto de lla- gas, de cardenales, salivas inmundas, de bofetadas, de impro- perios y de blasfemias, miradle rodeado de los mismos ingratos hom- bres por quienes moria, y cuya salud eterna procuraba: de aquellos mismos que le habian levantado falsos testimonios, que le habian hecho prender, abofetear , azotar, coronar de espinas y crucificar. Miradle con un poder absoluto para mandar á los rayos del cielo, á las fieras de la tierra y á los demonios del infierno que le venga- sen de todos sus enemigos; y en vez de usar de los rigores de la justicia, se vale de todos los esfuerzos de su infinita misericordia, y clamando á su eterno Padre le dice: Pater, ignosce illis, quod enim faciunt, nesciunt. Padre, amado padre mio, ya muere vuestro hi- jo unigénito , porque el hombre ingrato se ha dado mucha prisa á quitarme la vida, por esta sangre que derramo, por estas agudas espinas que me hieren y atormentan la cabeza, por estos clavos que traspasan mis manos y mis piés os pido, Padre mio, que los pordoneis , porque no saben lo que hacen. Pater , ignosce illis, quia nesciunt quid faciunt. Por todos los tormentos que padece mi cuer-
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