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SOBRE La ETERNIDAD. 203 yéndole de este provechoso pensamiento los cuidados, los empleos, las riquezas ni los placeres del siglo. Todo lo contrario le sucede al que olvida la eternidad. Sumergidos los sentidos de su cuerpo y las potencias de su-alma en los estilos, en las costumbres y en las apa— riencias del mundo, y entregado á los desórdenes mas criminales de sus pasiones y apelitos, vive en un funesto adormecimiento acerca de su mala vida pasada, .en una dañosisima tibieza para lo presente y en una espantosa indiferencia para lo que está por ve- nir. Entregado á.un sentido réprobo, pasa desgraciadamente el término de su peregrinacion sobre la tierra, y desciende en la muer- te á esperimentar en el infierno el dejo amargo de sus culpas por toda la eternidad. Ven, pues, á mí, oh pensamiento grande de la eternidad, y arranca de mi alma el amor inmoderado de todas las cosas terrenas, transitorias y momentáneas. Ven á mi corazon con el dolor mas in- tenso de haber perdido por mis culpas una gloria eterna y un Dios eterno. Ven á mis brazos, dolorosísima imágeo de mi Jesus crucili- cado, cuya vista y doctrina me enseñarán mi necedad y mi locura en haberme espuesto por el pecado á ser elernamente condenado. Qué hice yo, oh amable Jesus mio ? Pequé contra tí, Señor, Pe- qué contra un Dios; Santo, Santo, Santo, altísimo , omnipotente y justo. Pequé contra un Dios , que es Señor de los ejércitos , de la tierra, del cielo y de los abismos. Pequé contra tí, Rey inmortal de lossiglos y Criador de los ángeles y de los hombres. Qué mal- dad tan enormemente fea! Qué abominacion tan detestable ! Cono- cer á Dios y ofenderle! Entender la voluntad de Dios y no cum- plirla ! Anteponer mis gustos criminales, mis vilisimas pasiones, mis detestablas apetitos á los mandamientos de mi Dios! Ob Dios inmortal y digno de todo mi amor, qué tarde te amé ! Quién dará á mis ojos una fuente perenne de lágrimas para llorar dia y noche las abominaciones de mi rebelde corazon! Oh dulce Jesus mio, que conviertes las piedras en fuentes de limpias aguas, convierte la dureza de mi alma en provechoso llanto, para lavar las manchas de mis culpas! Qué hice yo! Ofendí al Dios que me crió, me olvidé de mi omnipotente Criador, de mi amable Padre, de mi buen Maes- tro y de mi caritativo Redentor! Es posible que yo confiese esta verdad y no muera de dolor! Yo, su criatura, su discípulo , su hijo, su sacerdote, su ángel, su amigo, yo le ofendí? Yo le cruci- fiqué? Obstupescite ceeli super hoc, et porte ejus desolamini vehemen= ter! Asombraos, cielos, y desquiciaos puertas eternales, á la

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