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SOBRE LA ETERNIDAD. 191 sa menos. Ved ahí el funesto error que tanto perjudica á los mor- tales, y lo que formará el asunto de mi sermon. Vo se piensa en la eternidad : hé aquí la desgracia de los cristianos, que demostraré en la primera parte. Nada mas importante para nuestra salvacion que pensar en la eternidad : ved ahí en qué consiste su felicidad, y el asunto de la segunda parte. No pensamos en la eternidad: por eso vivimos sumergidos en los vicios y desórdenes como los peca- dores. Pensemos en la eternidad , viviremos practicando las virtu= des mas heróicas como los justos. Poned, Dios mio,en mi lengua y en mi corazon aquellas palabras poderosas, y aquellos afectos y sentimientos santos que correspon - den al grande asunto de que voy á hablar á mis oyentes, á mayor honra y gloria de vuestra majestad , y salvacion de sus almas. No permitais que mis pecados sean la causa de que mi devoto audito- rio no esperimente los frutos admirables que en él puede producir el provechoso pensamiento de la eternidad. Haced, Dios mio, que yo deteste mis culpas con la contricion mas amarga, para que la vista de la eternidad me sea igualmente provechosa que á mis ama- dos oyentes. Esta es la gracia que os suplicamos nos concedais por ja intercesion y méritos de María Santísima , abogada de los peca- dores, modelo de los justos, alegría de los ángeles, y reina de to- dos los bienaventurados. Amable Madre de Jesus nuestro Salvador, vos sois, Señora, la esperanza nuestra: vos nuestro refugio y amparo : si vos nos abandonais,á dónde acudiremos? Si no es- cuchais nuestras peticiones, á donde podremos convertirnos para consolarnos á la vista de una espantosa eternidad ? Volved á es- tos aflijidos hijos que os invocan vuestros purísimos y clementi- simos ojos para que todos logremos la incomparable felicidad de acompañaros eternamente, y bendecir vuestro santo y dulce nom- bre en la patria celestial. Confiado yo en vuestra poderosa protec- cion, procuraré demostrar el grande asunto que acabo de proponer. PRIMERA PARTE. Yo confieso ingenuamente, amados mios, que si para pensa: en la eternidad fuera necesario comprenderla exactamente, y per- fectamente definirla, no hubiera yo tenido motivo de lamentarme de la infelicidad de los cristianos que no piensan en la eternidad. Ella es ciertamente incomprensible , indetinible, y supera todo él

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