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187 DE LOS PADRES DE FAMILIA. qui malé liberos instruunt. (1) Contrajiste, malvada madre, el ma - trimonio para llenar de condenados el infierno? Por qué no me ahogaste en tus entrañas antes de nacer ? Por qué no me precipi- taste en un rio apenas naci? Por qué no me diste contra un peñas— co? Por qué no me entregaste por pasto y alimento á los perros y álasaves? Sumergida entonces mi alma en un profundo Limbo , no esperimentaria las rabiosas penas del sentido que ahora me alor- mentan. Es verdad que en tal caso sentiria la pérdida de Dios que tambien ahora siento: me aflijiria por no haber conseguido mi últi- mo fin: es cierto, pero no me abrasarian las llamas como ahora me abrasan: no me atormentarian los demonios como ahora me atormentan: el gusano de mi mala conciencia no me roeria eterna= mente : sufriria en el Limbo la pena de daño por la triste herencia del pecado original; pero no padeceria por las culpas personales | como ahora padezco. Ah madre homicida de mi virtud! Madre mal- dita de una hija desdichada para siempre ! Yo seré tu tormento por toda la eternidad. Perdidit nos paterna perfidia: parentes sensimus, non parentes sed peremplores. Qué situacion, hermanos carísimos, tan digna de Jlorarse con lágrimas de sangre! Pero qué lágrimas tan inútiles, tan infructuo- sas las de unas almas cuya suerte desgraciada es eternamente irre- parable! Oh Dios inmortal! Oh Dios justo, santo y omnipotente! Aterrados con la espantosa vista de un fin tan desdichado, ya se resuelren los padres de familia á seguir el camino de losjustos: de aquellos padres y madres modelos de virtud para sus hijos, que los enseñan con sus palabras y ejemplos á observar vuestra inmacula- da y divina ley; que los corrigen y castigan con moderacion y prudencia , para no hacerse responsables de los desórdenes de sus hijos; que los instruyen con oportunidad y diligencia, para que no ignoren vuestros preceptos, vuestras misericordias, vuestras justi- cias y las grandes obras de vuestra omnipotencia. Venid, pues, Je- sus amable, á sostener sus santas resoluciones, á confirmar con vuestra gracia sus propósitos y á despertar del adormecimiento de su funesta indolencia á los padres omisos en estas santas obligacio- nes. Venid, Dios mio, y no querais tardar: venid, y presentaos desde esta cruz á vuestro pueblo amado, redimido con vuestra sangre. Ay dulce Jesus mio, vida de mi alma y alma de mi vida! Qué habeis hecho, Señor, por mí, y qué he hecho yo por vos? (1) $. Bern. Serm. Il, super Missus est.

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