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SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS. 7 soldado y del hijo asi lo exija. No hay Dios? Luego no bay obliga- cion de observar los contratos , de cumplir los juramentos , de ha- blar la verdad , de aborrecer el fraude, la mentira y la injusticia. No hay Dios ? Luego los evidentes y sensibles principios de la ra- zon natural son delirios: el clamor de la naturaleza que habla a todos los hombres , para que no hagan ni digan á sus semejantes, lo que no quieren que hagan ni les digan á ellos, es ilusion : el grito de la conciencia que se averglenza de lo malo y se alegra de lo bueno , es una quimera: la creencia de todos los siglos , la Opi- nion de todas las naciones , el pensar de todos los racionales , es un fantasma que... Pero, Dios inmortal , en qué abismo de horro- res, de absurdos y despropósitos no se precipitan y sumergen los hombres que niegan vuestra existencia! No dudo proferir esta es- pantosa proposición : entre los demonios se viviria con menos des- órdenes , que en un estado de ateistas. Los espíritus del abismo creen y tiemblan, y entre ellos hay aquel órden de penas que les asignó la soberana justicia, Segun la mayor ó menor gravedad de su maliciosa rebelion contra el Omnipotente ; pero los ateistas no tiemblan porque no creen, y no creyendo , sus pasiones , no ad- miten ley que las modere , freno que las contenga , ni respeto que las ponga término , mas que la débil fuerza del brazo del hombre. En substrayéndose de sus alcances por el secreto ó la mayor fuer- za , todo delito desaparece, todo crimen se aprueba, todo desór- den es permitido. Oh Dios inmortal, vuelvo á clamar, justo eres Señor, y rectos son vuestros juicios 1 Confúndase el hombre que no eree tu existencia á la vista de sus delirios , tan contrarios á la recta razon como á la virtud. Confúndase al mirarse degradado por sí mismo de su dignidad intelectual , y reducido á la clase de las bestias , y hecho semejante á los jumentos insipientes. Confúndase al verse mas infeliz, mas miserable y mas desgraciado que todos los brutos. Y si estas verdades no le confunden, confúndase Si- quiera al considerar la utilidad que le resultaria de que hubiera un Dios. De hecho, supongamos por un momento que no haya Dios, y preguntemos , si le seria útil al hombre que le hubiera? Pero ay! Qué lengua de ángeles ni de hombres podria esplicar los infinitos bienes que le resultarian , y los innumerables males de que se-ve- ria libre el hombre, habiendo Dios ! Empecemos á decir algo por lo mas comun, mas fácil y mas esperimentado. Quién es aquel pobre que lleno de llagas, cubierto de andrajos y hecho una mise-
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