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le 'Ñ A 172 DE LOS PADRES DE FAMILIA. enseñado nuestros padres: Deus auribus nostris audivimus : patres nostri annunciaverunt nobis. (4 Pero no penseis, amados mios, que solo os presentamos ejem= plos de esta verdad en la ley antigua : los tenemos tambien en úna multitud prodigiosa en la ley de gracia. Nos haríamos intermina- bles si pretendiéramos referirlos todos. Aplicad solamente vuestra reflexion á la conducta de aquellas dos grandes princesas de nues- tra España , honor del trono, gloria de nuestra nacion y admira- cion de la Francia: Doña Berenguela, digo, y doña Blanca. Mi radlas criar por sí mismas, enseñar ellas mismas á dos hijos, aque- llos dos santos hijos que fueron modelo de principes justos y virtuo= sos reyes, San Fernando y San Luis. Oidlas repetir con frecuencia esta leccion edificante: Hijos mios , mucho os amo; pero mas qui- siera veros muertos en mis brazos, que vivos y en pecado. Quién podrá hablar dignamente del ilustre Severiano y su virtuosa mujer Turtura, sin hacer honorífica mencion de sus santos hijos Fulgen- cio, Leandro, Isidoro y Florentina ? Quién traerá á la memoria los santos Marcelo y Nona, ciudadanos de Leon, sin que al mismo tiempo no se le presenten los santos Emeterio, Celedonio, Servan- do , Germano y los demas hijos, todos valerosos mártires de Jesu- cristo, que tanto recomiendan con su vida las saludables instruc- ciones de sus padres? Quién, si no há perdido la fé, podrá: mirar sin una provechosa confusion los mas venerables prelados de la san- ta Iglesia, San Gregorio el Magno, en Roma; San Gerónimo ,; en Belen; San Isidoro, en Sevilla, y en nuestros mismos dias tantos ilastrísimos arzobispos y obispos de nuestra España , rodeados de niños, instruyendo á los niños, y enseñando á los niños los dog- mas de la fé y los preceptos de las costumbres , para: formar- los cristianos irreprensibles y virtuosos ciudadanos? Cómo no nos confundimos si no los imitamos? Cómo los padres de: familia dejarán de avergonzarse, si no practican con sus propios hijos lo que aquellos santos prelados hacian con sus feligreses? Qué cargo tan terrible para los padres omisos en esta primera obli- gacion, cuando Dios les pida cuenta de los desórdenes de sus hijos, de los vicios y escándalos de sus hijos, por no haberlos enseñado á temer á Dios y observar sus mandamientos ! Pero qué consuelo , qué alegria, qué gloria para los buenos padres que sentados en medio de su pequeña Iglesia doméstica, y rodeados (1) Psalm. XLJIL, v. 2. -
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