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DEMOSTRADO POR LA RAZON. 149 desterrado del cielo. Ningun agravio se nos hace en negarnos lo que mo se nos debe; y si conseguimos el cielo es por la gracia de Dios , que se nos da por nuestro Señor Jesucristo. Nosotros pode- mos ciertamente lamentarnos de nuestra infeliz suerte: nosotros podemos sentir el desórden de nuestro primer padre Adan, que nos dedujo á tanta miseria; pero nosotros no podremos jamás que- jarnos justamente de Dios nuestro Señor. Yo no veo eu todo este discurso cosa que no sea clara, justa , razonable y verdadera. Ha- gámoslo mas inteligible á los incrédulos con este simil. Suponga- mos que un gran principe elije un jóven hermoso para privado suyo, le ennoblece, le dá riquezas, le colma de honores, y le llena de privilegios y dignidades : supongamos que aquel jóven goza por algunos años de tanta felicidad ; pero al fin ingrato á su bienhe - chor , se entrega á los desórdenes mas feos, mancha su reputa- cion, arruina la robustez de su cuerpo y envilece su alma: irri- tado el Soberano le llama, le reprende, le castiga y le destierra de su córte y de su presencia, sin empleos, sin caudales y sin re- putacion. Desterrado el miserable se casa, le nacen muchos hijos, cuéntales con lágrimas inconsolables su antigua felicidad y los de- sórdenes porque justamente la perdió; pero él los vé débiles y en- fermizos, porque nacieron de un padre enfermo: los vé pobres, porque nacieron de un pobre: los vé desterrados, porque nacieron de un desterrado, preguntoá los incrédulos, á qué herencia tienen derecho los hijos? Si el rey quisiera, bien podria alzar el destier- ro, llevar sus hijos á la córte , y darles mayores dones y privile- gios que tuvo su padre en algun tiempo; pero esto seria una pura gracia, una grande misericordia, y un efecto estraordinario de la bondad del soberano; pero exijirlo de justicia ? pero quejarse por- que el Soberano no lo hiciese ? con qué razon señores incrédulos? Que se quejáran si el rey les mandára sacar los ojos , Ó atenacear vivos por un pecado que ellos no habian cometido, sino su padre antes que ellos existieran , está muy puesto en razon; pero en qué razon cabe, que se persuadan ser una injusticia privarles de lo que ningun derecho tienen á poseer? Oh verdad amable! esclaman dichosamente estos hombres, se- parándose del partido de la incredulidad. Verdad santa, ya le ve- mos , ya te conocemos, ya felizmente te seguimos. Estábamos ciegos con el error, y no víamos que el cielo es un beneficio inde- bido á la humana naturaleza en su actual estado de corrupcion: €s un beneficio, que se consigue por la gracia de Dios, por la fé y el
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