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146 DEL PECADO URIGIMAL , una criatura del todo incomprensible, y confesando aquel pecado ya su naturaleza no envuelve dificultades impenetrables. Qué deci- mos? Ninguna grave dificultad se encuentra en ia: naturaleza del hombre; luego descubrimos que ella salió perfecta de las manos del Criador; comprendemos que ella dió una fatal caida, que des- concertó su armonía y la delicadeza de su admirable construccion, y al fin entendemos que necesitó de una grande reparacion. Hé abi todo el misterio aclarado por la razon natural. Es menester confe- sarlo , dicen los incrédulos instruidos , ó contradecir las verdades que el entendimiento confiesa; pero si confesamos el pécado origi- nal y la: corrupcion de la humana naturaleza, dimanada de aquel viciado principio, se nos resiste todavia mucho la gravedad de su pena. No tenemos por digno de la bondad de un Dios infinitamente misericordioso y clemente el castigarnos con miserias temporales en la: vida por aquel pecado, y en la muerte privarnos enteramen- te de la gloria y de la vista y posesion de Dios. Que todo esto re- cayera sobre el primer culpado , aun nos pareceria duro; mas al fin lo. concederíamos como castigo aplicado por su desobediencia personal; pero á nosotros.... nosotros, que despues de seis mil años hemos venido al mundo, esperimentemos el mismo castigo por una desdicha hereditaria que de tan lejos nos viene! Si: esto no repugna á la santidad, á la bondad y clemencia de Dios , no sabe- mos- qué otro absurdo le puede ser mas repugnante. Bendito s ea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo y Dios de toda consolación, que se ha dignado consolarnos en el feliz. viaje que vamos llevando por un pais tan áspero y difícil. Esperamos en sus misericordias que le concluiremos con no menor felicidad. Ya tenemos confesado el pecado original por los que: se decian ineré- dulos instruidos , como un misterio mas comprensible.que el hom- bre: sin- él. La pena del pecado originales lo que ahora: les, in- comoda. Tambien me incomoda á mí y á todos los mortales, que justamente lloramos los funestos efectos de aquella culpa, que au que felizmente se nos perdonó en el sacramento del bautismo, nos quedó la concupiscencia, que proviene del pecado, y nos inclina al- pecado , aunque ella en sí no lo sea. Todo esto ciertamente in- comoda; pero á pesar de su incomodidad debemos creerlo , porque es:verdadero, y debemos creer tambien la pena del pecado origi- util”, porque es justa. Proénremos que hable la razon, y Veamos: si ellienenentra lugar en sus corazones. Nadá mas justo:, dice la razon, que el que al hombre sele dé.

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