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SOBRE LA INMORTALIDAD DEL ALMA. 131 rece el vicio y ama la virtud? Una alma no compuesta de partes mensurables y estendidás como -lá materia, y terminadas por sus faces ó sus ángulos; sino intelectiva que escluye necesariamente la circunscripción y mensurabilidad : una inteligencia, que para sus actos no necesita como el cuerpo pasar de un espacio á otro con el local movimiento, sino con sus potencias gira maravillosamente sin apartarse de un sitio por todos los del cielo, de la tierra y los abismos: una alma que escala el firmamento, y examina el núme- ro y grandeza de sus estrellas, calcula la velocidad de sus movi- mientos, determina el tiempo necesario para sus diurnas, mensua- ¡es y anuales revoluciones ó círculos: que fija con toda certidum- bre los momentos en que deben verificarse los eclipses del sol y la luna, y mide sas asombrosas distancias : una inteligencia, que penetrando sin fatiga por las duras entrañas de la tierra , mide su diámetro, describe su circunferencia, examina sus producciones, y se aprovecha de sus riquezas y sus frutos : una alma, €n fin, llena de grandes y magníficas ideas, superiores á todo el alcance de los sentidos, no será una alma espiritual ? Si, hijos mios, es- piritual es nuestra alma , esencialmente distinta de la materia , 4 la que no es posible formar ideas de lo bueno y de lo malo , de lo justo y delo injusto, de la virtud y el vicio; ni sacar consecuen= cias de lo pasado para lo presente, y de este para lo futuro. Sí, carísimos , espiritual es nuestra alma , incapaz de partes, de es- tensión, de modificaciones ó configuraciones cuantitativas, que solo corresponden á la materia , no al espiritu, ni á las sustancias inteligentes. Dad gloria á Dios, porque ha criado. espirituales vuestras almas: dadle honor , culto y reverencia , porque las ha criado para un fin dichoso que durará por toda la eternidad. No lo dudeis, cristianos mios, porque ellas son inmortales, son indes- tructibles, y durarán á la par del Sér Eterno. Qué consuelo para el virtuoso! Qué causa para llenar de horror á los pecadores ! Un alma eternamente feliz, ó eternamente desdichada! Nosotros así lo creemos. Pero no lo creen los materialistas , y es menester pro- barlo irresistiblemente. He dicho, cristianos oyentes, y lo vuelvo á repetir, que nos- otros creemos la inmortalidad de nuestras almas, y que no duda- mos , ni podemos dudar esta verdad que nos enseña nuestra santa religion como un artículo fundamental é infalible. Pero aunque creamos esta verdad con una fé divina, nose nos prohibe el probarla como filósofos por la razon humana. Esto es tanto mas necesario en

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