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Y VERDAD: DE LOS MILAGROS. 115 Abrid los ojos, amados cristianos mios, y aplicad vuéstros oidos para oir y ver aquellas terribles plagas del cielo con que el gran Moisés aflijió á Egipto por mandamiento de Dios, para que el obsti= nado Faraon diera libertad al pueblo israelítico: mirad el mar Rojo dividido, y como suspendidas sus aguas á- la manera de úna doble muralla, descubriéndose la tierra por la primera y última: vez al sol del cielo; y dando paso franco á seiscientos mil hombres de tro- pa, acompañados de sus mujeres, sus niños y los ancianos: mirad á Faraon y su ejército como los vá persiguiendo, y entrando en aquellos profandos abismos con sus carros, caballos y tiendas, el mar obedeciendo á la órden del Omnipotente, cae sobre todos , los envuelve entre dilavios de espumosas olas, y no deja ni á uno solo la vida: mirad el monte Sinaí cubierto de la majestad del Eterno, para intimar con jamás vista solemnidad la divina ley á su pueblo: miradle alimentado por el espacio de cuarenta años con'un maná Movido del cielo, sin que antes ni despues hubiese visto el múndo alimento tan prodigioso : mirad saciada la sed dé millones de per- sonas y animales con una agua milagrosa que brota una peña, he- rida con una vara; siendo no menor prodigio que la misma piedra les seguia en sus marchas, para que en todas esperimentasen el beneficio de sus cristalinas corrientes : mirad con espanto como la tierra tiembla, como se abre, y como traga en sus profundos se: nos á vista de todo el pueblo á Core, á Dathan y otros muchos re- beldes murmuradores : mirad al sol como suspende su veloz carre- ra por dar tiempo á la nacion santa para completar la derrota de los Idumeos: mirad destrozados los muros fuertes de Jericó, y e8- parcidas sus piedras por el suelo al sonido de- las trompetas del ejército de Josué: mirad á un ángel del Señor esterminándo en una sola noche tropas innumerables: ved como baja fuego del cielo a la presencia de un reino idólatra, para consumir milagrosamente la víctima que ofrecia á Dios eterno un fiel ministro suyo, repro- bando auténticamente las que le ofrecian los impíos sacerdotes de Baal : mirad un puñadó de hombres invencibles, siempre rodeados de ejércitos enemigos, siempre protejidos de la virtud del Altísimo, siempre seguros de la victoria, siempre religiosos para con Dios, y siempre ilustres en toda la dilatada carrera de los siglos: mirad repentinamente detenidas las corrientes del Jordan por Josué: suz biendo Elias por los aires en un carro de fuego: sumergidos tres niños en un horno inmenso de fuego en Babilonia sin quemarse: conducido Abacuch por un ángel para dar alimento á Daniel, arró:

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