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110 SOBRE LA CLARIDAD DE LAS PROFECIAS parecen á todos los fieles cristianos, es menester decirles que les sucede lo mismo que á los enemigos del antiguo pueblo del Señor, con la columna de fuego: ella iluminaba á los israelitas y ella re- partia oscorísimas tinieblas sobre los gentiles. Este es, señor Dios de los ejércitos el carácter de vuestras obras. Vos las rebelais y dais á conocer á los humildes, y Vos las ocultais á los orgullosos y soberbios. Justo eres, Señor, y rectos son tus juicios. No se que- jen de vuestra providencia, sino de su obstinación, los que cierran voluntariamente sus ojos por no ver vuestras verdades; y agra” dezcan vuestras misericordias los rectos y sencillos de corazon, que las creen y confiesan. Sin embargo , no desconfiemos de ver reducidos al camino de la verdad á los incrédulos estraviados en la senda del error. Ellos conocen que se han verificado á la letra todos y cada uno de los va- ticinios de los profetas de que les hemos hablado ; pero mirándolos en particular, no habrán hecho sobre sus almas toda aquella salu- dable impresion que debemos esperar, si conseguimos que los mi- ren en comun: Acaso esta vista admirable les parecerá mas una his- toria de lo pasado , que una profecía de lo futuro, y se rendirán á su evidente demostracion : volved á fijar vuestra consideracion en aquel hijo de la Virgen: en aquel Cristo nacido en Belen: en aquel Dios con los hombres: en aquel hijo dado á nosotros, y en aquel) pequeñuelo nacido para nosotros de que hablé poco há, y escuchad- me ahora. Dice el Señor: Yo enviaré un profeta (á Juan Bautista delante de él para preparar el camino de conocerle : él dará voces en el desierto y dirá : Pueblos, preparaos á conocer al Señor: en- tre vosotros está el que vosotros no conoceís, y yo no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: los reyes vendrán á adorarle como a Dios, y le ofrecerán oro de Arabia: presto entrará en vuestro templo el soberano que buscais, y el ángel del testamento que es- perais. El es mi siervo amado en quien tengo todas mis complacen- cias: él será la luz de las naciones y la gloria de Israel su pueblo. Dará vista á los ciegos, oido á los sordos , habla á los mudos, y hará correr como ciervos á los baldados. Su brazo siempre será gurado en los prodigios por la verdad y la dulzura. Su voz no tur- bará los pueblos, su mansedumbre será tanta que no acabará de romper la caña cascada, ni apagará el pábilo moribundo de una vela. Hijas de Sion, alegraos: este vuestro rey justo, pobre y cle- mente va á entrar con gloria en Jerusalen sobre una humilde asni- lla, pero ay ! pasará en breve aquella gloria, y será luego un va- nn
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