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DE JESUCRISTO. 97 ddecer como Job, ni pide venganza su sangre derramada como la de Abel. No reclama los derechos de la justicia, tan abiertamente violados contra su: persona, ni el respeto debido á la naturaleza humana, tan indignamente hollado. A la manera de un cordero manso enmudece, y no se resiste, ni se queja, ni murmura. La indignacion, la cólera, el desprecio, la vanidad, ni otra pasion alguna se deja ver en sus ojos, ni en su rostro, ni en su porte , ni en sus palabras. Un silencio profundisimo en su lengua, una adm - rable serenidad en su semblante y una tranquilidad en su alma, superior á la naturaleza del hombre: ved ahi lo que descubrimos en la pasion y muerte de Jesucristo. Si alguna vez habla, es para ro- gar por sus enemigos, para escuchar á sus enemigos y para alcanzar les el perdon. Si llora, es de compasion de las miserias de su pue blo: si clama á su Padre , es para encomendar su Espíritu en sus manos: si mira á su Madre , es para dejarla en su discípulo Juan un hijo adoptivo que la sirva y obedezca: si atiende á su discípulo, es para dejarle á él y á todo el género humano una Madre y pro- tectora en su Madre misma. Levantad los ojos, amados cristianos mios, á la santa cruz, y vereis en ella á Jesucristo como dueño de la vida y de la muerte. como árbitro Soberano de los eternos destinos de los hombres. Des- de la cruz abre las puertas del Paraiso á los que le reconocen y confiesan , y las cierra á los incrédulos que se obstinan en su ce- guedad y mueren en la impenitencia. La cruz es una cátedra en la que el Dios de la santidad enseña todas las virtudes con su ejem- plo, despues de haberlas enseñado en su vida con su doctrina. La humildad mas profunda, la paciencia mas asombrosa , la paz mas inalterable, la fortaleza mas invencible, la caridad mas inimitable. Desde la cruz estiende los brazos hácia el uno y el otro polo para abrazar á todo el universo y formar un solo pueblo de los dos que reinaban en toda la tierra : el judáico y el gentílico. En la cruz, como en un sagrado altar , consuma este Pontífice sumo , inocente. santo , inmaculado, el sacrificio cruento de su cuerpo y de su san gre, y con él reconcilia el cielo con la tierra y hace las paces entre Dios y el hombre. En la cruz, como desde un trono, descubre este Rey inmortal de los siglos, toda la estension de su virtudy la fuer- za de su imperio. Él mismo habia profetizado que cuando fuese le- vantado de la tierra, todo lo atraeria á sí, y ya vemos cumplida su profecía. Las naciones le adoran, los reyes le veneran, y el mundo arrodillado delante de la santa cruz , demuestra la verdad de sus /
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