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DE JESUCRISTO. 89 sús alegorías , tanta solidez y perfeccion en su moral? Muchos li- bros serian menester para decir algo de aquellos sagrados apólogos tan frecuentes en la boca de Jesucristo. Ya veis, amados cristianos mios, que no tenemos tiempo para tan dilatadas discusiones : pre- sentad solamente dos á los incrédulos : la parábola del hijo pródigo y la del samaritano , y decidles: si el entendimiento humano dió jamás tales ideas del arrepentimiento de un mal hijo, de la bon= dad y ternura de un buen padre, y de la compasion y caridad de un virtuoso prójimo? Qué espresiones tan enérgicas, qué afectos tan tiernos, qué emociones tan dulces se esperimentan en el alma cuando se leen y consideran! Es menester vencer á los bronces en dureza, para no amar la virtud que nos enseñan. Pero lo que dá á las parábolas de Jesucristo un mérito superior , no solo á las que nos han dado á los hombres , sino á cuantas el entendimiento hu- mano puede imaginar, es el que ellas son á un mismo tiempo teo- lógicas, proféticas y morales : y que muy frecuentemente nos pre- sentan bajo el mismo simbolo la imágen de los desiznios de Dios sobre los hombres, la de los sucesos futuros mas interesantes para la religion y la de nuestras propias obligaciones. Léanse , exa- mínense, considérense las parábolas de la viña, de la cena grande á que convidó el rey para las bodas de su hijo, la del pa= dre de familias que busca obreros y los envia á trabajar, la de las vírgenes prudentes y las fátuas y otras muchas que á cada paso se nos presentan en el Evangelio, y se verá con claridad que su obje- to es el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra por la pre- dicacion del mismo Evangelio : es la reprobación de los judíos por: causa de su ingratitud y su dureza: es la vocacion de los gentiles al gremio de su Iglesia y la enseñanza de la virtud á unos y á otros. Pudiera un hombre que no fuera Dios reunir en un mismo simbolo , y bajo un mismo punto de vista , tantas instrucciones di- ferentes? Pudiera un Dios hablar de otra manera mas perfecta ? Vedlo claramente en sus respuestas: Los fariseos le hacen pre- guntas capciosas para sorprenderle y sacar de su boca alguna de- cision que lessirviese de pretesto para acusarle como delincuente. Preséntanle una mujer cogida enadulterio, y le dicen: Moisés nos mandó apedrear á los adúlteros; y tú que dices á esto? Los hero= dianos le preguntan, si era lícito á los judios pagar el tributo a] César? Jesucristo conoce su doblez , mira en su corazon la malig- nidad de sus intenciones, la envidia que los consumia y la peryer- sidad con que le preguntaban; y con admirable majestad, con una
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