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219 se abrasa el corazon amante de nuestro buen Pastor, colo- quémonos con él entre el cie- lo y la tierra, y hagámonos á imitacion suya una víctima in- molada al eterno Padre para aplacar su justicia. Permanez- camos por finreunidos fielmen- te en el rebaño de este buen Pastor, y procuremosque nues- tro ser terreno se transforme en celestial para no tener mas interes que su gloria, ni mas voluntad que el cumplimiento de su ley. Y. ¡Cuán amables son, oh Pastor divino, los Tabernácu- *

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