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385 y el Señor de los Señores se humilló por amor nuestro á la semejanza de un Pastor fatiga- do, y solícito por una Ovejue- la despreciable cual es el hom- bre ; sin embargo, los Dioses de las Naciones se aniquilan en su presencia: los Monarcas mas poderosos le rinden vasa- llage , y los Imperios tiemblan á su vista; pero en medio de tanto poder, y magestad nos mira como un pueblo adquiri- do con su sangre, y nos hace una Nacion santa, á quien pro- tege, y defiende por sí mismo. 16 A di
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