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130 tad aman vuestra Ley. Hee Yo adoro la grandeza, y magnificencia de vuestro Ser, Dios Padre Omnipotente, due= ño absoluto del Cielo, y de la tierra. A vos ¡oh Verbo eter- no! que sois el Hijo único, que él engendro desde la eternidad, y el Salvador del mundo , que apareció en tiempo, vestido de nuestra humana naturaleza: os doy gracias por la voluntad santa, y generosa con que sa- erificasteis los privilegios de vuestra generacion eterna por
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