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sd A a . B > A A a 116 Tercerodia nes, Ó quánto se consuela al oir la hueva de su muerte! Resignado al “querer de Dios ; lleno de confian= za en la Divina voluntad, se goza en el Señor al saber que se aveci- na el fin de sus trabajos, y el prin= Cipio de aquella eterna vida que se le prometió quando hizo sm -profesion. No le aflige el dejar cosa ue este mn. porque notúvo en él apego alguno, y está de todos modos Dineliuado de ocijo , que le parece que todo el arayso le viene al encuentro pa- ra prevenirle con la dulzura de placeres. La Qué dices pues de estas dos muer= tes tan diferentes? Ea pues, en tu mano, y en tu querer está hacer eleccion de la que tu quisieres: Si “quieres morir como buen Religio- so, es necesario vivir como tal. No hay otro medio. Tu vida, tépida ó fervorosa, es la que tiene de hacer- te amarga ó dulce la muerte. Aver- guenzate de haver vivido hasta ere Ñ aho-

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